sábado, 10 de junio de 2017

MIGUEL ÁNGEL FLORES




Regreso



Volvemos con el peso de la noche
             sobre los fardos de la isla.
Apoyado en el puente un rumor de sombras teje la
        conversación de los espectros.
La espuela de espuma rasga la seda del mar.
Nada vemos sino lo que imaginan las miradas en la
        robusta oscuridad, la inmensa oscuridad en agonía.

¿Con qué lengua hablamos? (También los signos son
          impuros)
¿De qué hablamos en la noche poblada de testigos?

Algunos parten sobre la levedad de una tentativa,
              contra la ferocidad de los elementos,
Y caen en el pozo del veneno, tragados por ese mar
              donde otros son los piratas.

¿Y qué nos arrastra en este regreso?

Remamos hacia el piélago de amargura con las velas
         desplegadas.

¿Nos alimenta el morbo? Atestiguamos cómo colocan
         una piedra en los aljibes del hambre.

Y a media voz evocamos los años de epopeya cuando
          se acariciaban los frutos

             dorados de la Utopía.

Entonces en la navegación de esas aguas el buzo sacaba
          de las profundidades sirenas

             de pechos turgentes o perlas de marfil o los
          colores del arco iris.

¿Por qué en lugar de aire y sol construyeron ruinas?

¿Podrían acaso ellos adivinar o preguntar por su destino
          en voz alta?

El inventario de quebrantos y penurias quedó inscrito en
          los informes del alba.

Las aljabas han quedado vacías.

Los dardos fueron certeros en el corazón y el sueño:
          no cazaban insectos.

Esos rudos hombres dormían sobre las espaldas del
          verdugo después de elaborar la

               oscura miel de la reeducación.

Para ellos la historia cayó como lluvia de ácido que
          come el más duro metal de las

               espadas en vilo.

No invoquemos sólo sus nombres para edificar el
          pabellón de las víctimas,

Busquemos dar algo más que no sea sólo piedad.
Está la isla durmiendo

        sobre la vigilia de las aguas.

El barco navega con el silencio del cisne.


De: “Pasajero de sombras”

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