miércoles, 7 de junio de 2017

SERGIO BADILLA




La luz no es un espíritu profético



Mis plumas eran breves como las de un  pájaro viejo
e íntimamente el esternón humillaba
con esa sugerencia minuciosa de fractura.
La luz no es un espíritu profético
sino la osadía de mi timidez en tu vientre
o el sigilo de mis párpados en tus noches.
Recuerdo que los espinos retoñaban en el páramo
de arena
y los reflejos del sol tropezaban con la misma piedra.
Los santos eran equívocos en esa patria sugerida
sus parajes inusitados y rigurosos.
Los zahoríes enganchaban sus armaduras
para desafiar al infierno
tal si un demente hubiese arruinado la tregua.
Entonces una grieta en el aire fragmentó las pilastras
de las enredaderas
y los buitres escudriñaron en la carroña ocultada
entre las zarzas.
Mi plumaje era perecedero como el de un ave longeva
y adentro los cartílagos de mi torso oprimían
con esa insinuación escrupulosa de quebranto
ante ese fulgor que privaba tus destellos en mi cara.




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