lunes, 17 de julio de 2017

JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ




Casida



Las horas que le dan su forma al día,
a la semana, al mes y al año, dejan
una capa finísima de polvo
encima de los seres y las cosas.
Es polvo que le dio vueltas al mundo
antes de aposentarse en los relojes
que guardan el final de nuestras vidas.
No hay forma de quitarlo. Ni siquiera
con la humedad que tuvo el alma
cuando quiso invocar en el desierto
el viaje de las pléyades. Recuerda:
el llanto no hace pozos en la arena
y el árbol nunca vuelve a su semilla.



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