Antojos
Se me
antoja
alojar
en mi vientre
las
mariposas que tus versos sembraron.
Retenerlas
allí como a un hijo,
sentir
esa preñez de tu voz
engendrando
nueva vida en mis entrañas,
formando
cada célula desde su origen
cada
dendrita
que
me une al centro de tu universo
al
estímulo vital;
como
la savia que corre a través del árbol,
quiero
perpetuar el amor de tus raíces.
Se me
antoja caminar por la calle
entrar
a un café
y
descubrir tu sonrisa de viernes
en el
saludo del mesero,
despertar
del sueño ante el eco de una pregunta
pronunciada
por segunda vez:
¿Qué
desea ordenar señorita?
Una
simple pregunta que me devuelve de golpe
a
este poco de realidad que me queda;
-necesario
instante de confusión diaria-
para
no dejar que el bleach del tiempo te borre
y ver
cómo los árboles sin hojas
le
rascan la espalda al cielo
mientras
los envuelve en su sonrisa azul;
-inmensa
belleza-
anhelante
del profundo mar vertido en tus ojos
cuando
mis ramas se mecen
agitando
tu pecho.
De: “La soledad de los espejos”
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