viernes, 3 de marzo de 2017


ANTONIO MACHADO




Sueño




    Desgarrada la nube; el arco iris
brillando ya en el cielo,
y en un fanal de lluvia
y sol el campo envuelto. 

    Desperté. ¿Quién enturbia
los mágicos cristales de mi sueño?
Mi corazón latía
atónito y disperso. 

    ...¡El limonar florido,
el cipresal del huerto,
el prado verde, el sol, el agua, el iris!
¡el agua en tus cabellos!... 

Y todo en la memoria se perdía
como una pompa de jabón al viento.



ELSA LÓPEZ



  
Shankara era el camino por el que te perdías.
El hombro sin espacios
por el que te enredabas a mi pelo mojado.
Shankara era encinas, las fosas de tu cuerpo,
mis besos sin medida mordiéndote la sangre.
mandarinas de oro cayendo en el asfalto
y tu sueño rendido a la luz de febrero,
mucho antes, quizás, de llegar a Shankara.


1993


De: "Al final del agua"


JESÚS MUNÁRRIZ




Monólogo de Zimmer



No es un huésped molesto, pese a todo.
Sólo es un niño grande. Los niños, ya se sabe,
dan a veces disgustos, tabarras; también él.
Pero si está tranquilo es agradable:
charla, improvisa versos, se vuelve muy locuaz
o disfruta de la naturaleza, sonriente.

En el buen tiempo me acompaña al huerto
o a la viña y mientras yo trabajo él coge flores,
que luego olvida. El sol le hace feliz
y se abandona a su calor, sobre la hierba,
y se le va ese frío que le atrista por dentro.

Es un hombre tranquilo si se le deja en paz,
pero los críos, a veces, le importunan
y vuelve a casa de mal genio, y no hay quién pare
pasea por su cuarto como fiera enjaulada
o nos saca de quicio con el piano,
machacando las mismas teclas siempre.

Le ocurre, sobre todo, en el mal tiempo,
con el frío, la lluvia, el cielo gris,
días y días sin salir de la buhardilla,
sin cortarse las uñas ni el pelo, ni la barba,
sin asearse,
asomado al cristal con ojos idos,
perdidos en el Neckar,
taconeando el suelo horas y horas.

Pero por qué insistir en estas cosas:
todos tenemos días malos.
En general, se porta bien. Y me hace compañía.
Además, es muy entretenido
la gente que conoce. De otros tiempos.
A veces le visitan -no mucho, es la verdad-
y pasan por mi casa señorones, o escritores famosos,
o señoritas interesantísimas
que le contemplan con respeto
y le piden poemas dedicados.

Yo les ofrezco vino, o agua fresca,
o frutas en verano,
y ellos me hablan de él, de lo importante
que podía haber sido, de su talento
extrañamente roto, de su hermosura
y de la de sus versos.

Yo les cuento diabluras que me hace
y les divierten o les ponen tristes, depende,
y al despedirse, algunos, dejan unas monedas
para comprarle dulces, que le gustan muchísimo.

Cuando se van, a él le cambia la cara
y se queda pensando, ensimismado,
y está así varios días, como dándole vueltas,
rumiándolo, y entonces
yo lo observo sin que él se dé cuenta
y siempre pienso: no está loco,
sólo hace lo que quiere,
libre, en paz.

De pronto, cualquier cosa,
un gorrión, unos mirlos, una insignificancia
le vuelve a su mirar de niño grande
y sonríe otra vez, no se sabe, como a las musarañas,
y a mí me desconcierta porque lo veo ido
y también me lo creo.

De ella, no habla nunca. Si la nombran
en su presencia o le preguntan
por aquella señora,
finge no recordar o les responde
que le dio nueve hijos,
todos de altos destinos: papa, rey...
Luego, a solas, cuando no le ve nadie,
sube a su torre y llora. Yo le he oído
a través de la puerta. y me partía el alma.

En fin señores, ahora me parece
que he charlado de más
y les estoy cansando.
Como les dije, no es un huéped molesto
y estoy muy orgulloso de tenerlo en mi casa
de sencillo ebanista.
Así que vuelvan cuando quieran,
ya ven que ha sido muy correcto con ustedes
y que no le ha aburrido su visita.
Mucho me alegra haberles conocido.
Adión, señores.
                           Zimmer.
                                          A sus pies.


De: "Pliegos de poesía Hiperión"



JOSÉ ÁNGEL VALENTE




Iluminación



Cómo podría aquí cuando la tarde baja
con fina piel de leopardo hacia
tu demorado cuerpo
no ver tu transparencia.

Enciende sobre el aire
mortal que nos rodea
tu luminosa sombra.
En lo recóndito
te das sin terminar de darte y quedo
encendido de ti como respuesta
engendrada de ti desde mi centro.

Quién eres tú, quién soy,
dónde terminan, dime, las fronteras
y en qué extremo
de tu respiración o tu materia
no me respiro dentro de tu aliento.

Que tus manos me hagan para siempre,
que las mías te hagan para siempre
y pueda el tenue
soplo de un dios hacer volar
al pajarillo de arcilla para siempre.


FRANCISCO CERVANTES




Tres fueron los campos, los escudos tres


                           El caballero a la moda llama a la puerta.
                           Nadie lo recibe,
                           Sólo nosotros,
                           De nuestro origen fantasmal conocedores.
                                                                                             FG



Épocas hubo, lamentaciones hubo,
Hubo un poco de humo por dentro de la carne
Y un poco de viscosa materia en derredor de sus huesos
Una oscura memoria asombrosamente silenciosa
Que veía venir una nostalgia
Del sueño escanciadora; aquella que ofrecía su cuerpo
A las caricias del tiempo y del pensamiento.
No se interrumpe el fuego, acaso cambia,
El leño apagaréis, mas nunca el fuego;
A nada dais la muerte, eso que tocáis es un muñón tan sólo,
Pero plantas brotarán, oh querido Marco Bruto,
Claquín famoso, oh Valentino
Exilio, dulce exilio, sombreada muerte,
Fresca desolación la que nos trae con la alegría el viento.
Oh amada, tierna la herida siempre fuera
Como de niña que cumple todas las noches
Siempre la primera de su amor, sin fatigarse.
¿Quién es aquel que acepta ser
la sola encarnación de un instante,
el proyecto de un instante?
Esto sucede a su pesar,
Aunque no haya sido decretado
Ni exista aquel que lo decrete.
La resistencia y aun el acto de acatar,
Rebeldía o resignación,
Son gestos de los dioses
Y todos somos caretas para que ellos hagan muecas.
Pero, a su vez, ellos no son sino el consuelo
De quienes buscan un bastón o un antifaz para dormir.
Oh pequeños, aceptad la belleza de todo
Porque no perdura, y lo que al tiempo se resiste
No es más lo que al principio fue,
Ni los dioses otra cosa son
Que vanidad todavía más frecuentada.

Superficial, externo,
Pero nunca fieramente fiel,
Oh, no soy de vuestra estirpe ponzoñosa,
Ni de la de aquellos que llegan al potro
Donde la felicidad estira sus miembros dolorosamente.
Esto lo escribo en el exilio,
Encuentro este silencio y su destello vacuo.
He nombrado a mis ancestros
Y sus divisas, sus escudos:
La espada del suicida,
El corno de los bosques,
El toro que en latas torres ondea
Mientras mueren mercenarios.

He nombrado a mis ancestros y digo:
Ésta es la raza que yo acepto,
No la elegí ni ella me escogió,
El azar fue que nos condujo,
Ondulaciones que nos enfrentaron.
El sueño contra el sueño,
El corazón contra el latido,
Ansia contra el cansancio,
Lecho contra prisión y desconsuelo.
Miro borrarse los secretos bajo la yerba,
Miro los años ir detrás de muchos hechos,
Miro la muerte en todos los extremos, en todos los extremos.



YANNIS RITSOS





Mañana



Ella abrió los postigos. Colgó las sábanas sobre el alféizar de
la ventana. Descubrió el día.

Un pájaro la miró directamente a los ojos. "Estoy sola",
murmuró.

"Estoy viva." Entró a la habitación. También el espejo es una
ventana. Si salto desde él caería en mis propios brazos.