domingo, 9 de abril de 2017


ANIBAL NÚÑEZ




Mudanza



Una palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.


CÉSAR DÁVILA ANDRADE




En que lugar



Quiero que me digas; de cualquier
modo debes decirme,
indicarme. Seguiré tu dedo, o
la piedra que lances                                  
haciendo llamear, en ángulo, tu codo.

Allá, detrás de los hornos de quemar cal,
o más allá aún,
tras las zanjas en donde
se acumulan las coronas alquímicas de Urano
y el aire chilla como jengibre,
debe de estar Aquello.

Tienes que indicarme el lugar
antes de que este día se coagule.

Aquello debe tener el eco
envuelto en sí mismo,
como una piedra dentro de un durazno.

Tienes que indicarme, Tú,
que reposas más allá de la Fe
y de la Matemática.

¿Podré seguirlo en el ruido que pasa
y se detiene
súbitamente
en la oreja de papel?

¿Está, acaso, en ese sitio de tinieblas,
bajo las camas,
en donde se reúnen
todos los zapatos de este mundo?




FRANCISCO GONZÁLEZ DE LEÓN




Huele a frío



Huele a frío.
La mañana es un diáfano y certero
carámbano tallado por febrero.
¡Febrero loco!

Las horas tienen un compás de espera.
Huele a frío, que huele a coco
y a hojas de higuera.

Al volver una esquina se desmorona
todo un vaho de tahona
que convida
a desayunarse vida;
y en lógica promiscuidad,
mi espiritualidad
se siente fisiológica.

Perspectivas coloniales
injertas es bulevar;
algún aparador madrugador
espejo que en su cristal retrata
las prisas de alguna beata.

Amplitudes en la acera
y en el aire,
olor a coco
y a hojas de higuera.

En la mente un recuerdo se devana.
Quizás una novela
recóndita y arcana;
tal vez algún desvío.

Azul de la mañana,
cariño mío,
huele a frío,
huele a frío,
huele a frío.


(Voces de órgano)


GUILLERMO E. PILÍA





Marsella, 9 de mayo de 1891



Aquélla –mi pierna derecha– cuántas
ciudades recorrió, cuántos países...
Juntos cruzamos los Vosgos a pie;
fuimos tras un circo ambulante desde Hamburgo
hasta Suecia; más tarde a las canteras
de Chipre y a los puertos del Mar Rojo.
Y nunca pensé en ella hasta esa noche
en que el tumor me dijo que no iba a seguirme
ya más, en que entendí que se me haría
desde entonces cada vez más extraña,
del tiempo del ajenjo y de las letras.
Como un paraguas que por torpeza se olvida
al terminar la lluvia, así la veo
ahora solitaria en esa mesa
del quirófano de la Concepción,
envuelta en unos trapos manchados de sangre,
pálida en la borrachera del éter
y empolvada de sol. Quizá una hermana
de hábito blanco más tarde vendrá
para llevarla al crematorio. Poco vale
aquí la pierna cancerosa de un francés
que vivía del comercio en el África.


De: “Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama”


LUCIANA MELLADO




Inclinaciones del Habla 1



Cuánto me gustaba esa destreza que tenías
para arrojar palabras por la boca entreabierta,
chiflando entre los dientes y cansado
como un inmortal cuando despierta.

Cuánto me gustaban los indicios en tu cuerpo
cuando afilabas el lenguaje y lo lanzabas
como microbio o como hacha arrojada / al aire
sin darte vuelta a ver la sangre
del herido, el infectado.

Cuánto me gustaba la estridencia de tus manos
cuando escribían sobre la infancia y la belleza
como los santos o los mudos
que huelen a rosas.


De: “Crujir el habla”



MARTA BRAIER





La terraza



Anoche vino el sueño a herir
cuando ya poco sabemos
del agua clara irrenunciable

Subíamos a la terraza
a contemplar el mundo

Hoy ni alcanzo a verte

(los hombrecitos de Magritte
caen con sus paraguas
desde el lluvioso cielo)

un sol despiadado
se pierde entre los árboles

Pero, vamos. Hay que andar la calle
y el empedrado irrita

Anoche vino el sueño a herir
Eso es todo: la sed

apagándose apagándose


De: "Esta es la tierra, corazón"