lunes, 29 de mayo de 2017


EUGENIO MONTALE




Rechina la polea del pozo



Rechina la polea del pozo,
el agua sube a la luz y ahí se funde.
Tiembla un recuerdo en el colmado balde;
en el círculo puro ríe una imagen.
Acero el rostro a evanescentes labios:
se deforma el pasado, envejece,
pertenece a otro...
Ah, vuelve a rechinar
la rueda y te devuelve al fondo lóbrego,
visión, una distancia nos separa.


De: Huesos de sepia


ABEL RUBÉN ROMERO




Voz remota



No el cuerpo ni los ojos,
la llama de lindes fatuos,
una cálida curva
hasta mi cráneo,
hasta mi sangre.

La llamada remota,
el tiempo incorruptible,
el pozo que acecha.

No los ojos,
el mirar de los dedos,
un respiro cuando la ansiedad se agolpa
y exhala en busca de sosiego.

No el cuerpo,
la carne.
No los ojos,
la mirada,
la ancestral llama(ra)da
siempre sola y sólo nuestra.

.

LUCIAN BLAGA




Paisaje trascendental



Gallos apocalípticos gritan aún,
gritan desde las aldeas rumanas.
Las fuentes de las noches
abren los ojos y escuchan
las oscuras noticias.
Pájaros como ángeles de agua
trae el mar hacia la orilla.
En la ribera, como incienso en el cabello
sangra por dentro Jesús,
desde las siete palabras de la cruz.

Desde los bosques de sueño
y otros oscuros lugares,
las bestias crecidas bajo tempestades salen furtivas
para beber
el agua muerta de los aljibes.
Arde con olas sugeridas
la tierra vestida de trigo.
Alas con sonido de leyenda
se precipitan asustadas hacia el río.

El viento ha entrado en el bosque
para romper ramas y cuernos de ciervos.
Campanas o tal vez ataúdes
cantan bajo la hierba, millares.


MALENA DE MILI




Ambigüedad



Acordamos tácitamente
movernos al ritmo de la ambigüedad,
dirigirnos la palabra sin mencionarnos,
respondernos sin nombrarnos.
Implícitamente
llegamos
sin premeditarlo, sin quererlo,
a una alarmante intimidad,
en donde las verdades demasiado atrevidas
y las apelaciones muy directas
estuvieran prohibidas.

Tal vez a riesgo de equivocarnos
aceptamos
jugar este juego de perfidia
de roces de telas y miradas furtivas,
de confesiones con antifaz
en un baile de máscaras.

A riesgo de confundirnos
mantuvimos
una sospechosa correspondencia:
cada noche era tu voz la que venía a cerrarme los párpados,
mis palabras, las que se iban contigo a la cama.

Alguien debió advertirnos
que este juego era malsano
-¿pero cómo, si era sólo nuestro?-

Perdóname,
porque
Ahora,
sola con el caleidoscopio de tus palabras
se decodifican cada una de las figuras ante mis ojos,
se devela todo el significado oculto que entrañaban
y no quiero quedarme más
junto a este mensaje que de pronto está desollado,
junto a este papel todavía caliente y palpitando.

Ven,
quiero pedirte perdón
por no entender,
por no haber querido entender
porque aun habiendo entendido
me incliné por la ignorancia.
Si no respondí,
si seguí danzando
y derramando suave lascivia al girar,
si no me atreví a aventurar
que tu llamado era para mí…
fue por miedo y por orgullo.

Esta noche detendré mi baile,
bajaré los brazos extenuados,
avanzaré hasta tu sitio
pese al miedo sofocante
pese a las dudas oprimiendo mi talle,
y te daré a probar dos reservados favores:

te silenciaré
con uno de mis dedos sellando tus labios
y levantaré mis ojos
hacia ti.


MIGUEL ÁNGEL FLORES




Jardín



Había árboles más antiguos que mis padres
         nunca supe si eran fresnos
             esas llamas vegetales en el valle
Aún guardo en la memoria el canto de sus frondas

Si recuerdo a los sobrevivientes:
         un laurel y un pino
Entonces ignoraba que el jardín de la infancia
         se puebla de epitafios
Yo era espectador de corrientes filiales en combate
         extraños ritos
       de negación y encuentros

Te coloco en el centro de ese jardín
Yo que vi muchos jardines en ruinas
         en la ciudad de tu infancia
         esa ciudad cubierta por la gasa perpetua
         de la niebla

Eché de menos la lluvia

Los árboles me daban su silencio
         el mar me llamaba a grandes voces
Yo era un náufrago en mitad de la noche

Tú no me tendiste la mano solar
         del amor

Y mi único deseo en la ciudad del quebranto
         era la purificación que otorga el olvido


SERGIO BADILLA



  
¿Qué hacíamos en la oscuridad de Samaria?



La ciudad dañada
el odio interminable
y la razón equívoca.
Un disparo acredita el desconcierto
de aquellos años de confusión y de quimeras
y el agua se entretejía y zigzagueaba
a través de las baldosas.
Lloriqueaban las madres
en retiro amargo en la sombría mazmorra
además silbaban los pífanos de los convoyes
en la vieja estación
con sus pescuezos negros desde lo alto
de las locomotoras.
Gandules  poseídos y soplones
espiaban para la jauría asesina.
El mundo se venía abajo con
las reglas marciales y los estrépitos.
Era reflejo de las ametralladoras en las ventanas
durante dos o tres veces por día tras un despojo
diferente.
¿Qué hacíamos en la oscuridad de Samaria?
con sus murallas inmaculadas en la curvatura
de los cielos
donde dominaron los impulsos envilecidos
de la locura
y no hubo lugar para la clemencia.