domingo, 11 de junio de 2017


PABLO GARCIA BAENA




Alma feliz

                                                                     
Alma felice che sovente torni...
                                                                                 Petrarca, Soneto XIV



Alma feliz por siempre, pues lo fuiste un instante,
vuelve, ligera corza de la dicha pasada,
junto al frío torrente donde flota el recuerdo,
donde la rosa última de fugitivas horas
aún perfuma suave con su filtro de llanto.

Vuelve bajo la luna floral de primavera
a las tímidas huellas de dormidos senderos,
y aspira en esa rosa melancólica y pura
todo el bosque que arde perdido en tu memoria
con sus rojas maderas incendiando los días.

Como nauta que asiste impasible en su leño
al naufragio solemne de la torva tormenta,
desde la roca púrpura por el himno del rayo
mira al joven ahogado, coronado de algas,
flotar en la encrespada cabalgata marina.

Jardines de amatista, emergiendo sombríos
con pálidos estanques y la perla del cisne,
desde la lejanía pronunciarán tu nombre
y pulsará el ocaso sus laúdes de luna,
latentes como vírgenes corazones secretos.

Nocturnas bayaderas su cintura de estío
aplastarán corceles con las crines ardiendo.
Mensajeros errantes agitarán pañuelos
antes de ser talados por el hacha implacable
que convierte a los cedros en funerales lámparas.

Era niño y el claustro de la vida empezabas:
la mirada dorada, rubio el ligero rizo.
Bajo brisas de ensueño escondías al mundo
tus joyas de ternura, la soledad y su fuente,
como el avaro guarda metálicas luciérnagas.

Viviste bajo el ala florida de aquel tiempo
glorioso para el hombre. Hoy, que cansado vuelves,
mira cómo endiamanta tu llanto las ruinas,
cual pájaro de agua que anidara en sus yedras
cuando mayo suspira en las flautas fragantes.

Así fueron tus tardes. Así el viento. Las lilas,
el gorjeo diminuto de sus cálices tibios
deshojaban. De nuevo volverá todo un día.
Dime que has de volver con la mágica llave
de la puerta perdida en un muro de niebla.

Y será igual que entonces: el brodequín de oro
sobre la misma tienda. Gonfalones sagrados
pasarán en días santos. Madam Lily, la sílfide.
purpurina en el pelo, cantará en el alambre,
y un reguero de paja dejarán las carretas.

Escucha el preludiar de violines antiguos.
Ya ha empezado la danza. Los címbalos sonoros
gotean áureo polen en ansiosas corolas
y desnuda a la luz de trompas y de oboes
embriágate, oh alma, recordando tu dicha.


MARUJA VIEIRA




Al final del camino



Sólo pido
tu rostro para el sueño.
Tu nombre dibujado
en los telones del recuerdo.

Me iré con ellos lejos,
a la ciudad tranquila de los lirios,
de las campanas y de las violetas.

El tiempo será largo como un río
y seguirá copiando el mismo cielo
eternamente.

Y eternamente clara, casi viva
tu sombra estará cerca.


PAUL ÉLUARD




El ave Fénix



Soy el último en tu camino
la última primavera y última nieve
la última lucha para no morir.

Y henos aquí más abajo y más arriba que nunca.

De todo hay en nuestra hoguera
piñas de pino y sarmientos
y flores más fuertes que el agua...

Hay barro y rocío...

La llama bajo nuestro pie la llama nos corona.
A nuestros pies insectos pájaros hombres
van a escaparse

Los que vuelan van a posarse.

El cielo está claro, la tierra en sombra
pero el humo sube al cielo
el cielo ha perdido su fuego.

La llama quedó en la tierra.

La llama es el nimbo del corazón
y todas las ramas de la sangre
Canta nuestro mismo aire..

Disipa la niebla de nuestro invierno
hórrida y nocturna se encendió la pena,
floreció la ceniza en gozo y hermosura
volvemos la espalda al ocaso.

Todo es color de aurora. 


Versión de Andrés Holguín


JOSÉ ÁNGEL VALENTE




Luego del despertar...



Luego del despertar
y mientras aún estabas
en las lindes del día
yo escribía palabras
sobre todo tu cuerpo.
Luego vino la noche y las borró.
Tú me reconociste sin embargo.
Entonces dije
con el aliento sólo de mi voz
idénticas palabras
sobre tu mismo cuerpo
y nunca nadie pudo más tocarlas
sin quemarse en el halo de fuego.


LUCIAN BLAGA




Tristeza metafísica



En los puertos abiertos hacia los secretos
de las grandes aguas,
he cantado con los pescadores,
altas sombras en la orilla,
soñando en buques cargados
por el milagro ajeno.
Al lado de los obreros ceñidos con mallas oxidadas,
he lazado puentes de acero
sobre el vuelo del pájaro puro,
sobre profundos bosques,
y cada puente se arqueaba
llevándonos consigo por tierras de leyenda.
He demorado mucho entre las rocas
al lado de los viejos santos,
como las curanderas del país,
y he esperado que se abriera
una ventana de salvación
entre los poderosos espacios del anochecer.
Con todos y con todo
me retorcí por los caminos, por las orillas,
entre máquinas y las iglesias.
Al lado de fuentes sin fondo,
abrí el ojo del conocimiento.
Recé con los obreros harapientos,
soñé con los pastores de las ovejas
y esperé en los barrancos con los santos.
Ahora me doblo en la luz
y lloro bajo los tardíos restos
de la estrella bajo la cual andamos.
Me alcé las heridas en los vientos
con toda la criatura
y guardé ¡ay, ningún milagro se cumple!
No se cumple, no se cumple jamás.

Y sin embargo, con palabras sencillas,
como las nuestras,
hicieron el mundo, los fantasmas, el día y el fuego.
Con pies como los nuestros
Jesús anduvo sobre las aguas.



EUGENIO MONTALE




La tormenta
  
Les princes n'ont point d'yeux pour voir ces grand's merveilles,
Leurs mains ne servent plus qu'à nous persécuter...
(Agrippa D'Aubigné: "A Dieu".)



La tormenta que chorrea en las hojas
duras de la magnolia, los largos truenos
de marzo y el granizo

(te sorprenden los sonidos de cristal
en tu nido nocturno; de los oros
apagados en las caobas, en los cantos
de encuadernados libros; aún arde
una grana de azúcar en el cascarón
de tus párpados)

el rayo que confita
árboles y muros y los sorprende en esa
eternidad de instante –mármol, maná
y destrucción– que llevas esculpida
dentro de ti como condena y te une
a mí más que el amor, extraña hermana;
y aun el rudo estruendo, los sistros, el bramar
de panderetas sobre la fosa oscura,
el taconeo del fandango, y encima
el ademán violento...

Como cuando

te volviste y, con la mano, libre
la frente de la nube de cabellos,

te despediste –para entrar en la sombra.


De: “La tormenta y lo demás”