lunes, 26 de junio de 2017


ALEJANDRA MORENA MORAES




Al borde



abrir la certeza de los cuerpos
ahora
labios en crescendo, ojos suspendidos
en la pausa perpetua
enredarse las manos
y retornar al capullo

  

GUILLERMO FERNÁNDEZ




Ninní
1934-1940



Siempre al atardecer giras la llave
que abre las rejas del cancel
y separa las hojas de la senda
para que llegue al mármol que te nutre
con sus racimos congelados.

Desde el fondo del valle nos invoca
la voz de la carreta rechinante,
cantándole al inerme corazón.

¿Por qué tengo que oír a cada tarde
el horror que gotea en el silencio?

Ninní, Ninní, tú lo sabías:
me siguen embrujando los caminos
las flores brunas de la carne
que acarician mis ojos con su bisturí;
el veneno que dormía en los labios de Ihú
el que se alimentaba tan sólo de silencio;
las palabras que vienen a mi mesa
a iluminar el pan de la mañana.

Por buscarte, Ninní, he removido
los muladares de la noche,
he roído huesos rechazados por los perros,
he malbaratado bienes del reino lejano,
proyectos de reconstrucción.

Pero no he vuelto a hablar a solas.
Tú plantas los laureles en el sueño
persuades a las aguas
para que sólo reflejen tu reflejo;
por ti alienta aún esa colina
en su primavera de tumbas y jardines.

Cuando yo vuelva
te hablaré de Isabel, Estambul, Nueva Zelandia,
de la isla que nos aguarda en el Atlántico
donde yacen sepultas nuestras alas.
Pero mucho tendré que caminar aún conmigo mismo,
perseguido por todos mis caminos moribundos
escapar a las trampas tendidas a las corzas
en los calveros de la profanación;
fingir que dormiré cuando esas mismas flores
extiendan su corola en la penumbra empozoñada.

Tras la ventana pasarán los días
como caballos negros con crineras blancas.


De: “Bajo llave”


GONZALO ROJAS



  
Carta sobre lo mismo



Palabras, cuerdas vivas de qué, pobre visible
cuando tanto invisible nos amarra en su alambre sigiloso,
urdimbre de ir volando pero amaneces piedra,
se
va, se viene, se interminablemente las arañas
tela que tela el mundo: particípalo
pero tómalo y cámbialo.


ELVA MACÍAS




Los pasos del que viene



I

Danza nocturna de cascos en la piedra,
el joven Wang
cabalga con la lanza de su padre
a la primera cacería.
Ah, tal es su suerte,
cacería inicial:
un jabalí de presa
y el murmullo del grillo.


II

En la tribulación,
en la discordia,
mis dos hermanas no fueron desposadas.
La más joven murió
y la mayor no tuvo quien prodigara su soledad
con versos y canciones.
En mi vieja habitación
el viento entró para llevarse
el dolor que ya no me pertenece.


III

Murió sin fin
la vieja Low Yan
amenazada de ser eterna errante:
carecía de deudos rezadores.


IV

Quién fuera aquel que se perdió en las dunas,
a quien el sol tomó en un abrazo.
Kuan Yin, de rostro femenino,
Lun Yi, mis reducidos pies...
Se fue rayando el Gobi
sin tributarme más que este delirio,
aceptada condena.
Ay, el lamento de mi voz.
¿En dónde estuvo el volumen de mis ojos?
Aquella tarde me creí ciega.
La melodía cesó.
Ya no está aquel que volvía por las tardes
con la presa en las manos.
Ya no canta Sun las seis canciones.
Errante, en el vino y la flor,
no supo contenerse en mi mirada.
Ay, el dolor que me dejó.


V

Paseo la mirada por el estanque,
como un pez dorado lo recorro.


VI

En el té de jazmín
dejo mis ojos.
En el tazón que humea
y se apacigua
dejo mis ojos de mañana.
En el aroma de ayer
que tiene un sorbo,
en la porcelana de los días festivos
dejo absortos mis ojos.


VII

Entre mariposas
y sauces bien nacidos se desliza:
hoja desprendida en el estanque,
y es el agua una tibia limadura


VIII

Olor de insectos es el pozo,
tan sólo dije ah...
y la humedad arrebató mi voz.


IX

En la terraza
las aves duermen
cubiertas con suaves lienzos.
Mi soledad es una pequeña ciudad sitiada.


X

Nada se agita en este verde prado.
Ni la melancolía por el guerrero más audaz,
ni la precisión de Li Jua
en su lenta gimnasia.
Su cuerpo,
una estatuilla,
un dios sin pretensiones.
Inicia un solo movimiento
tapando la luna con la mano.
Mansión de mármol es la luna.
La otra mano se une
acariciando la esfera,
jade blanco en sus largas uñas.
Una pierna se contrae,
lenta pesquiza,
sus brazos se prolongan
en languidez de pesos desiguales.
Un violento virar
desde su planta lo sacude
pero no altera el ritmo
del paisaje.


XI

Toma la voz del grillo
que durmió el verano en mis solapas.


XII

Escribo a Chan Min Shu
un poema de despedida.
Pekín está cubierto de nieve,
ella pinta perdices,
las perdices escriben en la nieve.


XIII

Interrupieron mi labor
mínimos matices
modificando el tedio.
Desde mi regazo
las cuentas se dispersaron,
rodaron hasta la ofrenda última del día:
de inciensos y oraciones
cubro su partida,
se torne seda la muralla
a su paso,
notas de dulzaina
su regreso.


XIV

Anticipo mis pasos
al canto de las primeras aves,
un rumor se agranda
en el envés de las hojas
y en el trajín de los insectos.
Al amanecer,
el puente de piedra indaga
sobre viejos exilios
y mi alma deja de ser un filamento.


XV

Ceremonia al despertar el año.
Ruido de cigarras prisioneras
anuncia los pasos del que viene.
De estandartes y signos precedido,
precedido también de sacerdotes y letrados,
capitanes bajo la púrpura del palio.
En ese prisma del tiempo,
en esa furia
marcada de batallas,
su figura se mueve
con el paso suntuoso
de un pavorreal a punto de iniciar la danza:
Tsao-Tsao, general y señor de las cosechas
y el buen vino.


ÓSCAR HAHN




Anotaciones en el diario de Rimbaud



I. África, 1880 - 1891

He llegado hasta aquí navegando por el Mar Rojo
después de darle muerte al indeseable

Tenía 20 años y era una de las vírgenes locas

Adén es el cráter de un volcán apagado
sin una brizna de pasto sin una gota de agua

No hay nada que ver o tocar excepto lava y ceniza

Monté en mi caballo y atravesé las arenas de Somalia
Ahora me encuentro en Harar la ciudad prohibida

Le llevé rifles y municiones al rey de Soa
pero no me pagó lo convenido el muy cabrón

Me han brotado várices en la pierna
Me duelen mucho y no me dejan dormir

Mientras me afeitaba frente al espejo
vi que el indeseable estaba detrás de mí
con el pelo teñido y las cejas depiladas

Me di vuelta de golpe pero no había nadie

En el desierto los espejismos se burlan de nosotros
Yo me burlo de los espejismos

Me dicen que la pierna se ha gangrenado
que tengo mucha fiebre que debo salir de aquí

Los nativos hicieron una litera de lona
y me cargaron los 300 kilómetros
que separan las montañas de Harar y el puerto de Zeila


II. Hospital de Marsella 1891

Vuelvo a mi país después de 16 años de ausencia
Parezco un esqueleto y la gente se asusta de mí

Las mujeres cuidan a los feroces inválidos
que retornan de lugares tórridos

Hoy me amputaron la pierna derecha

La vida es un horror interminable
No sé para qué nos empeñamos en seguir viviendo

El Esposo Infernal se me apareció en un sueño
Tenía un rosario entre los dedos

Tres horas más tarde Dios fue negado
y sus 98 heridas empezaron a sangrar

He tratado de caminar con muletas
pero no he podido avanzar ni un centímetro

Yo que atravesé montañas y desiertos
ríos y mares ciudades y reinos
y a quien llamaban el suelas de viento

Los curas no quieren darme la comunión
Temen que me atragante con la carne de Cristo

Desde mi cama vi la silueta del indeseable

Venía caminando con la pierna que me cortaron
y traía un barco de papel en la mano

Tú estás muerto le dije furioso
Y él dijo: "Yo estoy vivo el muerto eres tú

Pondrás el barco de papel en ese charco de agua
y llegarás a donde nunca has llegado"


MARCELO DANIEL FERRER




Ella, cuando era mía



Ella sonreía
Y al filo de la noche era orquídea.
Sosténme mientras bailo -me decía-
Y mis manos empecinadas en desvestirla.

Ella gemía
Y un aroma a lirios todo lo invadía.
Fusiónate a mi centro -me decía-
Y espasmódicos placeres la retorcían.

Ella dormía
Y las alondras le silbaban nanas vespertinas.
Te quiero más que a mi vida -le decía-
Y ella, en sueños, lo repetía.

Ella lucía
Del arco de mi brazo asida.
Hay armonía en nuestros pasos -me decía-
Y una radiante ternura nos envolvía.

Ella... cuando era mía:
Plasma que mi alma suspendía.
-¿Eres feliz?-, me decía
Y de tan feliz que era, casi fallecía.