miércoles, 2 de julio de 2025

MELISSA SAUMA VACA

 

  

 

El vuelo de los fresnos

 



Los fresnos cuando vuelan eligen ser semilla

despliegan a sus costados finas plumas

alas traslúcidas, naves efímeras

que se lanzan en espirales al vacío.

 

Los fresnos cuando vuelan elevan blancas velas

planean entre las trémulas ramas de otros fresnos

buscando en el paisaje una señal de permanencia

el espacio luminoso en que su sueño germine.

 

Cuando deciden volar, los fresnos visitan sus raíces

beben de la humedad de la tierra el impulso

para el gran salto final, para el inicio

de su nueva travesía más allá del infinito.

 

Algunos viajan apenas a unos metros

y en cuanto caen se clavan presurosos en el suelo

satisfechos por la proximidad del linaje

estallan de alegría en blancos pétalos.

 

Otros viajan de forma indefinida

perdidos en la batalla de los vientos

tan lejos que no renuncian nunca

al deleite de ser siempre semilla.

 

Lo cierto es que ya casi

nadie cultiva fresnos

se sabe que los fresnos

se cultivan a sí mismos.

 

Un poco de luz y lluvia bastan

un suelo firme

para desplegar entre sus flancos

su promesa de futuro.

 

Quizás los fresnos no lo sepan

pero poseen una fuerza

latente, contenida

en un espacio diminuto.

 

Todo el poder de un bosque

condensado en la semilla

la intensidad del sol

en cada brote.

 

Años después quizás los fresnos

verán volar veleros desde sus latitudes

recordarán el primer salto

evocarán su semejanza con las nubes.

 

Son indistintos los frutos de los fresnos

intacta fresnitud ser bosque o ser semilla

lo único vital es que los fresnos

recuerdan, ejecutan y replican

la técnica de vuelo de los fresnos.

 

 

 

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