"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 16 de agosto de 2021
LUISA DE CARVAJAL Y MENDOZA
A la
ausencia de su dulcísimo Señor en la Sagrada Comunión.
¡Ay,
soledad amarga y enojosa,
causada de mi ausente y dulce Amado!
¡Dardo eres en el alma atravesado,
dolencia penosísima y furiosa!
Prueba
de amor terrible y rigurosa,
y cifra del pesar más apurado,
cuidado que no sufre otro cuidado,
tormento intolerable y sed ansiosa.
Fragua,
que en vivo, fuego me convierte,
de los soplos de amor tan avivada,
que aviva mi dolor hasta la muerte.
Bravo
mar, en el cual mi alma engolfada,
con tormenta camina dura y fuerte
hasta el puerto y ribera deseada.
OLALLA CASTRO
Hic
sunt dracones
Cuando
el mundo era plano
en los mapas se cartografiaba el fin
y, más allá del agua donde todo acababa,
se dibujaban monstruos y dragones,
serpientes marinas, sirenas, centauros,
peces con diez ojos y pulpos con cabeza de titán.
Como
si todo lo que asusta
no pudiera tocarse alargando los dedos.
Como si todo lo que asusta
no estuviese ya aquí.
BASILIO SÁNCHEZ
La
luz del mediodía
La
luz del mediodía,
como
un pájaro ciego,
se
sostiene en lo más alto del aire.
Las
raíces del mosto sacan agua
de
las profundidades de la tierra.
Hay
un hermanamiento,
una
especie de familiaridad entre las cosas
que
conforman el mundo,
como
si cada una cuidara de la otra,
como
si la alegría en la que viven inmersas
fuera
un logro de todas,
la
conquista de una comunidad.
Acercarnos
con afecto a las cosas
nos
permite intimar con lo sagrado
que
permanece en ellas.
La
mañana está en deuda con la cosecha de las flores.
El
que entiende de pájaros entiende de narcisos.
LI QINGZHAO
Anoche,
por el vino
Anoche,
por el vino, me despeiné ya tarde.
En el ramo, ya secos, pétalos de ciruelo.
Sueño de primavera, roto
por el sabor del vino: despierto a mi presente.
La
luna, arriba, quieta.
Cierran las alas las cortinas…Y sin embargo
yo todavía rozo estos pétalos caídos,
todavía me envuelve este perfume
que no acaba de irse
y toco este momento todavía.
Versión
de Octavio Paz
LILA CALDERÓN
Lo
que el águila dice que escuchó de la tortuga
Un
enfermo cambia en la cama
de costado. Un comensal desliza
su plato hacia el centro de la mesa.
No
dejes que te engañen con distancias.
¿Caracol nocturno; rectángulo de agua?
Lento.
Breve. Suave.
El
viaje, que será tu casa, comienza con un paso.
RAFAEL OBLIGADO
La
flor del seíbo
Tu
“Flor de la caña”,
¡Oh
Plácido amigo!
No
tuvo unos ojos
Más
negros y lindos,
Que
cierta morocha
Del
suelo argentino
Llamada...
Su nombre,
Jamás
lo he sabido;
Mas
tiene unos labios
De
un rojo tan vivo,
Difúndese
de ella
Tal
fuego escondido,
Que
aquí en la comarca,
La
dan los vecinos
Por
único nombre,
“La
Flor de Seíbo.”
Un
día– una tarde
Serena
de estío—
Pasó
por la puerta
Del
rancho que habito.
Vestía
una falda
Ligera
de lino;
Cubríala
el seno,
Velando
el corpiño,
Un
chal tucumano
De
mallas tejido;
Y el
negro cabello,
Sin
moños ni rizos,
Cayendo
abundoso,
Brillaba
ceñido
Con
una guirnalda
De
flor de seíbo.
Miréla,
y sus ojos
Buscaron
los míos...
Tal
vez un secreto
Los
dos nos dijimos.
Porque
ella, turbada,
Quizá
por descuido,
Su
blanco pañuelo
Perdió
en el camino.
Corrí
a levantarlo,
Y al
tiempo de asirlo,
El
alma inundóme
Su
olor a tomillo.
Al
dárselo, “Gracias,
Mil
gracias!” —me dijo,
Poniéndose
roja
Cual
flor de seíbo.
Ignoro
si entonces
Pequé
de atrevido,
Pero
ello es lo cierto
Que
juntos seguimos
La
senda, cubierta
De
sauces dormidos;
Y
mientras sus ojos,
Modestos
y esquivos,
Fijaba
en sus breves
Zapatos
pulidos,
Con
moños de raso
Color
de jacinto,
Mi
amor de poeta
La
dije al oído:
¡Mi
amor, más hermoso
Que
flor de seíbo!
La
frente inclinada
Y el
paso furtivo,
Guardó
aquel silencio
Que
vale un suspiro.
Mas,
viendo en la arena
La
sombra de un nido
Que
al soplo temblaba
Del
aire tranquilo,
—“Allí
se columpian
Dos
aves”, me dijo:
“Dos
aves que se aman
Y
juntas he visto
Bebiendo
las gotas
De
fresco rocío
Que
absorbe en la noche
La
flor del seíbo”.
Oyendo
embriagado
Su
acento divino,
También,
como ella,
Quedé
pensativo.
Mas,
como en un claro
Del
bosque sombrío
Se
alzara, ya cerca,
Su
hogar campesino,
Detuvo
sus pasos,
Y
llena de hechizos,
En
pago y en prenda
De
nuestro cariño,
Hurtando
a las sienes
Su
adorno sencillo,
Me
dio, sonrojada,
La
flor del seíbo.
