martes, 25 de febrero de 2025


 

TOMAS TRANSTRÖMER

 

 


 

Blanca y negra,
terca urraca, en zigzag
va por el campo.

 

Versión de Roberto Mascaró

 

ANNE CARSON

 

  

 

Su

Con el propósito de comparar, pongo aquí el texto de una maldición hallada en un listón de plomo

que

mide 8 x 3 cm y está escrito de uno y otro lado y/enrollado y perforado por un clavo/y/

que

fue desenterrado en Boecia; no tiene fecha conocida, quizá sea del siglo cuarto A. C.:

[lado A]

Me uno a Zois de Eretria esposa de Kabeiras ante la Tierra y Hermes a/su forma de comer su forma de beber su forma de dormir su risa su sexo su forma de tocar la lira su forma de entrar en una habitación su placer sus nalguitas sus ojos perspicaces   

[lado B]

y ante Hermes me uno a su andar sus palabras sus manos sus pies su malévola charla su alma entera a todo eso me uno

 

RICARDO CARBALLO

 

 

 

Mujer dormida


 

¿Dormida? ¿Hecha cuajado río o luna?
¿Fuera de ti, pálida voz de la tierra?
¿Labio de mármol que oscuro anhelo calla?
No oso acercar manos que tiemblan
a la desnuda y yerma saudade de tu cuerpo.
Bajo las pestañas no sé qué cabalgadas;
qué perfecci6n de bosques y senderos;
qué bueyes con cuernos de laurel adornados
con pardas muchachas en los lomos florecidas.
O nada, o sólo el negro sueño, olvido;
dos profundos pozos sin eco y sin llegada,
tu frente sin huella un mar de nieve,
el corazón como una estrella acostumbrada.
Y el blanco amor que te cubre, nube,
granizo es ya, que te conserva, nítida,
como una paloma posada más allá del arrullo.
Lejos de ti; amarte, verte de lejos;
la cabellera, mortaja de tu sueño.
En soledad, sin hombres y sin dioses.
Grises peñascos; mazorcas huecas; hiedra.

 

 

CLARA CHACÓN

 

 


A orillas del río rojo



ya no hay sangre que puedan derramar las guerras.
El genocidio se ha quedado exhausto
y las casas vaciadas ya no son amarillas.
A orillas del río rojo hay una mujer que acurruca a su hijo y un padre muerto
y un silencio arrollador que cumple su condena.
La guerra no ha terminado aún.

 

 

JAROSLAV SEIFERT

 

  

 

Pan y rosas



Entre dos polos se tensa el mundo
como la piel del asno.
La vida, entre dos cosas:
pan y rosas.

Se oye el mundo, redoblan los tambores.
Para cosas pequeñas, guerra grande.
Ganador y vencido vuelven a casa.
¿Qué distancia, qué distancia haya casa?

Dos dados, dos palabras maravillosas,
en la corneta de la historia: pan y rosas.
Volver a tocar sobre el tambor volcado
moviendo con violencia la corneta en las manos.

Sobre la piel de asno del tambor de guerra,
para nuestro amor, el hambre y la muerte espera.

 

Versión de Clara Janés

 

 

MARIO VEGA

 

 

 

Tiempo de lo incierto

 


El tiempo en que escribía estas líneas
era el tiempo del hambre,
estaba mal hablar de ello y cuando
uno decía cosas,
esas cosas que todos conocíamos,
se sentía mejor y otros por simpatía
se acercaban sintiéndose también
más justos y más buenos.
pero estaba muy mal —todos sabíamos—
decir aquellas cosas.
Para qué reprobar aquellas voces,
la ajena, la voz propia.
Soltábamos el lastre de las almas
como quien suelta un pájaro en otoño
y ve como se aleja hacia el ocaso
para buscar el sur.

Yo nada puedo hacer, este es mi mundo.
Los hombres buenos con la frente gacha
y voz plomiza proclamaron: solo
es un negocio, lo asumimos hoy
y mañana veremos.
Qué bien vivíamos, vivimos. Era
la edad de la sonrisa
y los televisores.

Nosotros no callamos, pero nada dijimos.
Hambre hoy al clamor de los hambrientos
ensordecido por la voz clamando
al hombre: ¡Resistid!

La mente exhausta, el ceñidor atado
reventando de nada. Muerto el amo…
ya no quedo más rabia
para desafiar al heredero.

Hoy hambre, resistid, pero en silencio.
Mañana paz.

 

 

 

De: “La mala conciencia”