"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 16 de octubre de 2021
FRANCISCO VÉJAR
Habitar
un país como tus ojos
Quiero
vivir en un país como tus ojos
más nítido que las horas que el tiempo deshecha,
más lúcido y real.
Quiero
habitar un país como tus ojos;
tu piel navegando en mi piel,
las coincidencias, la respiración,
las horas que sin saberlo se unen,
un bolero y el abrir y cerrar de puertas,
sabiendo que nuestro tema sigue siendo el viento.
Mas el lenguaje no basta, ni el fragmento de sol
que guardas en tu cuerpo para entregármelo
tras un ir y venir poblado de voces.
Desde
las enrarecidas calles me haces señas
para que no ande a tientas,
ciego, borracho o como yo.
El
aire de la mañana se suspende allá afuera.
JUAN COBOS WILKINS
Intenta
explicarme mi suicidio
I.
Hazlo
discretamente,
sin señales cifradas, sin mensajes ni símbolos.
Sin énfasis. Que el ángel
o Louis Armstrong no toquen la trompeta.
Que el aire que aquí muevas
no sobresalte a la mariposa de Hong Kong.
II.
Tampoco
elijas una ciudad hermosa y literaria.
Ni Trieste ni Macondo.
En tu casa
-si es que tienes-,
tal vez
una tarde suave y elegante igual que un galgo afgano
o un alba inescrutable igual que un galgo afgano.
Quizás tras demorarte en una larga ducha muy caliente
y en el cristal de vaho escribir un secreto
que ha de borrarse pronto. Acaso
tras caer unas cerezas en tu boca
y recordar
qué misteriosos, mágicos, eran los gusanos de seda.
III.
Evita
releer cartas de amor, escuchar
el cuarto movimiento de la Quinta de Mahler,
ver fotos de familia y amigos.
Sí puedes
resbalar lentamente la yema de tu dedo
por la caligrafía nublada ya, difusa, de tu madre,
y pedir que a la memoria venga
el color indefinible de los hermosos ojos de papá.
IV.
Ponte
ese olvidado suéter de cachemir azul, aún te favorece,
y unas gotas de la colonia fresca.
Y no hay más.
En la nada, esto es todo.
El suicidio como una de las bellas artes.
De:
“Matar poetas”
ROBERTO ARIZMENDI
Sabio
presagio de tu enigma
He
de saber por ti
lo
que en verdad te nombre,
lo
que deba decir el viento sin palabra
o lo
que el mar infinito te describa.
Nada
de ti adivinaré más nunca.
Sólo
tendré la precisión del canto, cuando cantes
y el
exacto escrutinio de tus pasos
cuando
a tiempo describas el sendero.
En
el sueño andaré buscando tus colores
para
entender el tiempo de tu tiempo,
el
agua que emerge de tu fuente
y el
sabio presagio de tu enigma.
Nunca
caeré en la seducción de adivinarte
para
no restregar la historia con profetas,
sólo
tu voz delineará las noches cardinales
y tu
tacto señalará mi geografía.
El
desierto infinito y la playa sin dominio
serán
santo y seña de tu nombre;
el
exacto valor de esencia y pensamiento
que
te precisan sin condición de tiempo ni osadía.
La
certeza de mi historia limitará el augurio
para
no caer en la seducción del pronóstico irrestricto.
Tu
sola palabra delimitará mi sombra
y
será mi esencia producto de tu amor y tu embeleso.
De:
“Sabio presagio de tu enigma”
KATHLEEN RAINE
Nube
Nunca
solos
mientras que por el cielo interminable
se muevan eternas las nubes.
Al nombrar su belleza
la humanidad se enamora de criaturas de niebla.
Llevadas por el viento descansan,
tenues, sin superficie,
inerte fluir de forma en forma,
esencia con esencia seno hecho agua con ensombrecido seno.
Ay si pudiéramos como ellas
libremente movernos en paz en la conmoción del aire,
no volver nunca a lo que somos.
Se hacen, deshacen, se vuelven a hacer, quietud de lo mudable,
de lo visible a lo invisible pasan
o convocan sobre las colinas desoladas
velos de olvido
o con destellos de esplendor el gris del ocaso
ahíto de oro en llamas y rosa ardiente,
sus formas acuosas santuarios de la gloria del sol.
De:
“The Oval Portrait”
Versión
de Adolfo Gómez Tomé
BEATRIZ RUSSO
Y
hacia dónde
Ya
no sé quién soy sin la memoria de ti,
me
siguen tus espejos, tu infinitud
fantasmagórica.
El cielo modela nubes
con
tu rostro, la lluvia siente empatía
de
mi tristeza y en los libros que no leo
sólo
se habla de ti.
Hacia
dónde huir,
en
qué cueva suicidarme devolviéndome
a la
tierra que me parió aborto de gusano,
despojo
de culebra o trozo de piedra.
Hacia
dónde huir, si en mi huída
me
persigue tu recuerdo,
la
lenta huella de mi podredumbre,
el
rastro paulatino de mi sangre
cuajándose
en el fango.
Me
descompongo con los martillazos
de
un puño invisible que me apalea,
despacio,
repetidamente despacio
hasta
hacerme el picadillo
que alimenta al desahuciado.
De:
“En la salud y en la enfermedad”
FERMÍN VILELA
Moneda
Basado
en (béi). Originalmente, representaba el pictograma de una almeja.
Se puede ver la concha () que protege el cuerpo () del animal. En la China
antigua, las conchas nacaradas se usaban como moneda.
Se anuncia por última vez la partida
desde una plataforma sin número
y hoy escribo esto mientras late
la lengua que rueda por el suelo.
Ya estoy cansado de vender simulacros
en calles que de tanta sombra están vacías
de color, no significan nada para mí.
Respiro entonces para soltar esta ficción,
dejarla ir, saludarla mientras se aleja.
El tren prepara su marcha.
Abro el cuaderno, dos puertas
de confesionario ante la luz de la carne.
Por favor, no me dejes mentirte,
cuánto de este cuerpo necesita quedarse,
descansar con vos bajo el sol, reírse labio a labio
y pedir de vuelta perdón sin necesitar
pedírtelo. Cuánto de mí quiere volver
a saber tu nombre, saber cómo escucharte,
poder cuidar y que me cuiden
como yo no sé hacerlo.
Pero la distancia necesita de nosotros
como nosotros necesitamos de la distancia.
Tu cuerpo me tiembla. Cierro esa puerta sin marco.
Veo, entonces, los paisajes que quedaron atrás.
Mi cuaderno está guardado en el silencio
del morral vencido por el tiempo
y los movimientos de este viaje.
Veo los paisajes. Agradezco.
No podría decir qué es lo que quiero,
qué es lo que soy, sino lo que no quiero,
lo que no soy. Mi moneda está sujeta al viento.