"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 28 de enero de 2022
JORGE ETCHEVERRY ARCAYA
Alma
en la cuna
La
guagua en su cuna
(que así se llama)
con los ojos todavía de color incierto
el pelo que cambia de matiz todos los días
se apresta desde su cuerpecito y mente seminales
a apropiarse del mundo de afuera
y el de dentro
primero la mamá y el papá
que aprenderá a nombrar
y a controlar
y así seguirá ese camino que todos recorremos
manipulando los primeros juguetes
borroneando papeles con lápices de cera
si todavía existen
volviendo la cabeza hacia el tintín de los primeros cascabeles
si todavía se usan
así iremos interpretando los que nos quiera decir
u ordenar
con los movimientos sincronizados de manitos y patitas
para irnos haciendo girar
en torno a la cuna
mientras aprende a expresar sus deseos
que son órdenes
ejercitando el encanto de los mamíferos jóvenes
qué mamíferos
de todos los animales chicos
que por un plazo breve o eterno
sobreviven haciendo girar a los adultos a su alrededor
hasta que brotan sus patitas o las definitivas alas
y se echan a volar
LUDWIG ZELLER
Cuando
el animal de fondo sube la cabeza estalla
Hoy
vienen los fantasmas y en la mesa que gira
Veo crecer las flores bajo el llanto sediento
Del ojo que en el centro del plato está mirando
La alcuza con su aceite y su escorpión.
Los
días se cerraron de repente, crecieron grandes hojas
Como piel de leopardos al acecho, preguntaron
Mi nombre en arameo, quebraron las botellas
De centellas heladas, esos restos de amor que pule el mar.
Seguramente
está de más, dijeron. Equivocó el reloj
Sus engranajes, voltearon de revés esas poleas
Y entre animales vago –ser de sangre caliente–
En los caminos, muerdo sobre los frenos, soledad.
¿Se
apagó el sol? pregunto. Los niños lloran
Y de las cuatro esquinas siento subir burbujas
Que relamen sin tregua los tablones, los bordes macerados
De aquél Arca, bajo un palio de fiebre va el carbón.
No
quiero ver quebrarse la guitarra
No quiero ver subir la marmita
Aquél ojo con garras que pregunta de nuevo
Si dos y dos son cuatro, si las aguas hirvieron de verdad.
¿Dónde
estamos queridos? Las arenas de insomnio se levantan,
Juntemos los juguetes del terror, encendamos la mecha
Que parta en dos la luna y esperemos mil años…
Mi calamar
Mi madre entre la tinta empieza de repente a sollozar.
PATO VALDIVIA
Del
pozo de mis sueños
Voy
a beber del pozo de mis sueños
quiero buscarte en mis recuerdos
y mi sed que retome la piel de tu cuerpo
voy a beber del pozo de mis sueños.
Yo
sé está despierto ese amor mío
tal vez oculto en tu cintura
cual amante te acecha mi fresco delirio
yo sé que está despierto ese amor mío.
Y
vuelve
tu encanto
los días sin horas
me envuelve tu aroma
tus besos me queman
voy a beber del pozo de mis sueños.
La
soledad no existe en estos días
mi corazón viajero ya se encamina
como una estrella que tu pecho ilumina
la soledad no existe en estos días.
OLIVER WELDEN
Voces
en un cementerio sueco
Las
voces confundidas con el crujido de las hojas
bajo mis zapatos por los senderos entre las tumbas
una mañana de domingo y madreselvas
en un cementerio solitario, eran antiguas
como las lápidas: Gunilda Nilsson 1818 -decίan-
Johan Gadd 1825 Olaus Söderling 1816 -decίan-
decίan las voces en la piedra y en el musgo oscuro,
foráneas y desconocidas para mί el extranjero,
Behrens 1854 Ohlson 1823 Göransson 1827,
y sin embargo en ellas pude reconocer las voces
de los que una vez amé y enmudecieron,
como el sonido de las hojas bajo mis zapatos
que se apaga mientras me alejo entre las tumbas.
GARY SNYDER
El
llamado de lo indomable
*
El pesado viejo en su cama por la noche
Oye cantar al Coyote
en el monte lejano.
Todos los años de ranchero y minero y leñador.
Un católico.
Un nativo californiano.
y los Coyotes aúllan en su
Octogésimo año.
Mañana,
Llamará trampero
Al gobierno que usa el hierro contra los Coyotes.
Mis hijos van a perder esta
Música que ya comenzaban
A querer.
*
Los exácidos de las ciudades
Convertidos al Gura o Swami,
Hacen penitencia con lustrosos
Pesados ojos, y dejan de comer carne.
En los bosques de Norteamérica,
La tierra del Coyote y el Águila,
Sueñan con la India, de
dichosas y eternas alturas asexuadas.
Y duermen en cúpulas geodésicas
Calentadas con petróleo,
Adheridas como verrugas
En los bosques.
Y ahuyentan el canto del Coyote
pues temen
el llamado
de lo indomable.
Y vendieron sus cedros vírgenes,
los árboles más altos en millas,
A un leñador
que les dijo,
"Los árboles están llenos de bichos".
*
El gobierno decidió finalmente
Emprender la guerra a más no poder. La derrota
es antiamericana.
Y la emprendieron por aire,
Con ellos sus mujeres
peinadas de crepé
ponían esmalte de uñas en los
disparadores.
Y nunca cayeron
ya que se les hizo
que el piso
era procomunista. Y sucio.
Y los insectos pactaban con el Viet-Cong.
Así que bombardearon y bombardearon
Día tras día, sobre el planeta
cegando gorriones
rompiéndole los tímpanos al búho
astillando troncos de cerezos
enrollando y atascando
los intestinos del venado
en las rocas abatidas y polvosas.
Todos estos americanos en ciudades especiales allá
en el cielo
Arrojando venenos y explosivos
Por Asia primero
Y después por Norteamérica,
Una guerra contra la tierra.
Cuando concluya no habrá
lugar
Donde un Coyote pueda esconderse.
envío
Me gustaría decir
Que Coyote está para siempre
en ti.
Pero no es cierto.
De: “Turtle
Island”
IGNACIO VERDUGO CAVADA
el
organillero
y al
volver al conventillo
donde jamás entra el sol
bajo la luz de un farol
llora, llora el organillo.
una manta, ya sin brillo,
lo
cubre con tierno afán,
y parece el ademán
de cada harapo que cuelga,
o una bandera de huelga
o un brazo que pide pan…
