Poesía Cuatro
"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 25 de julio de 2025
CARLOS MARZAL
Meditación abstrusa
Es
extraño.
Si trato
de recordar el fuego de las noches sagradas,
un verano violento -como cualquier verano-,
con su luna de sangre y crepitar de brasas,
recuerdo esa violencia y la felicidad,
recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego,
aunque yo sé que ardía en esas noches.
Resulta sorprendente.
Si vuelvo atrás la vista,
hacia nuestras reuniones, sé lo que confesamos,
rememoro el ingenio de los viejos amigos,
puedo escuchar la risa,
y esa desesperanza
de la que se alimenta cualquier joven,
porque se sabe fuerte, invulnerable.
Y, sin embargo, aquí, en la presente noche,
nadie se ríe ya, y la desesperanza
no es siempre un alimento adolescente.
Es curioso.
Si miro
las páginas de un libro, o esos rostros
que hablan en la pantalla y nos conmueven,
yo sé que nunca fueron, como sí sé que fueron
mi fuego y mis amigos,
son palabras que nadie ha pronunciado
al margen de esos libros, son los rostros
de quien prestó su rostro a quien no existe,
y sin embargo están en esta misma noche,
y son y me acompañan y me ayudan.
Lo que parece eterno en la memoria
ha dejado de serlo, y lo que nunca
vivió en nosotros mismos es nuestra eternidad.
Es extraño, es curioso, es sorprendente:
no estoy del todo en mí, y cuando acudo
a lo que debí ser, todo ha cambiado.
Estoy donde no estoy, y en lo que no soy yo,
y hasta en no importa dónde,
y hasta en no importa cuándo.
JOSÉ MÁRMOL
Táctica de vuelo (III)
Surcar
los aires hondos con pájaros de fuego
es
una osadía y tú lo sabes bien.
Somos
tan pequeños, me decías dormida,
duramos
el soplido de una fragilidad.
Déjate
pasear por misterios y delirios;
apenas
quedarán territorios de aflicción.
Somos
tan pequeños.
Delgadísimos
y débiles, tal vez,
como
un niño que grita sabiéndose nacer,
una
hebra de ilusión de la nada prendida,
un
pétalo de hastío tirado al lodazal.
Desde
su arrogancia,
todo
parece al hombre tan fútil, tan destruible.
Este
caballo griego, tú lo sabes, es una belleza
creada
y fundida seis mil años después,
por
unas manos ácidas que anunciaron las tuyas.
Lo
vi. Espigado y sereno me miraba
en
la sórdida vitrina de una tienda en Nueva York.
Déjate
llevar por lo que habría de ser.
La
certeza ya no pasta en el prado de los dioses.
La
muerte ha sido siempre antesala del vacío,
su
hálito de hielo no se puede retrata.
De: “Torrente sanguíneo”
JOSÉ HOMERO
Literatura rusa
Las
coincidencias cesan de ser coincidencias
Los
objetos encontrados dudan entre la correspondencia
o el
indicio paranoico
No
debió morir Joseph Brodsky
y no
tenía tampoco por qué escribir sobre su obra
Supongo
que al decidirlo convoqué tu aparición
No
había reparado en el Elemento
Que
no sólo está en Venecia y el recuerdo inmemorial del primer cordado
También
en mis lecturas sobre creaturas marinas
no
sé si recuerdas que en ese mesón de cantina en algún momento hablamos
del
lenguado el rodaballo el extraviado
No
advertí tu emblema
La
especularidad que es también agua
esa
inversión donde la cópula o los signos cristianos
Un
dato más sería que es cuaresma
y
sufro justamente cuando todo exige ser de agua
Un
dato más sería que este año es bisiesto
Hubo
un cometa
y
una lluvia de estrellas esa madrugada del veintiséis de enero
un
mes justo antes que nos encontráramos
En
fin podríamos encontrar explicaciones tan raras que la cabeza
nos dolería pues
comenzar
a pensar sobre el origen implica perderse
tanto
como pensar si todo ha ya acabado si podremos recomenzar si nos veremos en
cinco
años y nos precipitaremos en brazos del otro
significaría
no parar nunca
¿Por
qué no pensar sobre el Ser de ya no ser nada?
Este
fue un amor de casa de muñecas
bajo
un corazón de rojo vidrio
en
una habitación de estrellas simuladas
amarillas
como si el mundo aún estuviese recién formado
y
nosotros fuésemos
pequeñas
creaturas arrebujándose en una cueva
en
un camastro de edredón amarillo
Donde
una niña aún yace
Muñeca
rusa
cuyas
sonrosadas mejillas temí herir con mis labios agrietados.
De
algún modo surgió Ana Ajmátova
La
extraña maga que confió su secreto a Brodsky
y es
curioso que para hablar de ti evocara una imagen
del
brujo confiando en su aprendiz
esa
historia está en Blavatsky que también fue rusa
Ordenando
periódicos descubrí unas cartas de amor de Tsvetaieva
Por
supuesto nada tienen que ver con nosotros
O sí
Porque
en otro periódico hubo un ensayo de Brodsky sobre ella
Porque
Ajmátova pensando en ella dijo
Cada quien está un poco de visita en
esta vida
Vivir es
una costumbre
O
también porque estas palabras
Si
todo lo hace el destino
y no
el azar
“No
habrá ni tu voluntad ni la mía.
no
habrá ni podrá haber un tú y un yo
Dicho
de otro modo: todo esto no tiene ni valor ni sentido”
Aunque parecen inscritas en el
frontispicio de nuestro relato
Y de
este modo Tsvetaieva, Ajmátova, Brodsky, incluso el poema de Walcott sobre
Mandelstam
que Rivas me leyó la otra mañana,
cónsones
se encuentran con nosotros
Y
porque te quería comentar estos detalles
He
marcado tu número telefónico una y otra vez desde las dos de la tarde
Cada
cinco minutos
Cada
cinco minutos
Esa
voz metálica dilatándose por la casa vacía podría ser mi voz
llamándote
desde el sueño
pues el silbato no ha sonado
Si
sientes una mirada detenida sobre tus cejas
Si
cuando frunces el ceño recuerdas cómo me gustaba ese gesto
y
una mañana eliges cierto brassier que ya todos conocen pues reverbera en el
poema
Puede
ser que esté soñando y te visite
llamando:
hay alguien ahí hay alguien ahí
por favor contesten
sabiendo
que por siempre he de girar en el vacío
como
esos astronautas escandidos de su nave
satélites
de sangre hueso deseo y carne
en
busca de otro cuerpo de hueso carne deseo y sangre
cuyos
reclamos inundan nuestros sueños
una
y otra vez nuestros radios nuestros telégrafos
para
recordarnos que hay cuerpos sin descanso
pasiones
sin respuesta
que
no cuenta el tiempo
que
algunas cosas vuelven
¿Qué
acaso
tu
teléfono no suena?
¿O
una
extraña
interferencia
quizá
el nudo que siento en la garganta
lo
ha descompuesto?
No
importa
Sólo
quería que supieras
Que
aún alguien por ahí busca un teléfono de monedas
diciendo
“Operadora,
¿podría esperar un minuto en la línea?
No
puedo leer el número que me ha dado,
algo
en los ojos me molesta,
igual
que cuando pienso en la mujer que creí me salvaría”
De
pronto advierto que al fin y al cabo ha sido bueno no hallarte
pues
escribí este poema
y
estoy tan feliz
que
marco tu número para celebrarlo
coloco
mi mano sobre el teclado digital
y
tarántula tentaleo como cuando uno se desliza por la tabla ouija
en
espera que un fantasma conteste
CHRYSTIAN ZEGARRA
Estado de sitio
La
locura del hombre que apedrea gatos
desde
el punto de mira de su balcón oblicuo
hace
que la luz de la cuadra
se
disperse en un espectro de gritos de felino
mientras
los vagabundos
y
los poetas sin oficio
ni
hospicio
ni siquiera reciben
el
trazo del golpe
o el impacto
de
la pedrada
El
asesino de gatos es sólo una más de las tantas imágenes
que han invadido la ciudad
(como
las cruces negras y los nichos anónimos)
y se
ubica de preferencia en los balcones
al
filo de la tarde
cuando
todos se refugian en salones de clausura
y
murallas que resisten el olor a podredumbre del afuera
El
ASESINO al igual que el VERDUGO el ASALTANTE o el SICARIO
dispone
ahora de un plan maestro de exterminio:
abre
tuberías y desagües de la ciudad
para
que las ratas huyan libres por esquinas y veredas
y
tropiecen al más mínimo descuido
entre las garras de los gatos
Entonces
el hombre apedrea
gatos
vagabundos
&
poetas
para
que la demencia no altere la maleza de sus sentidos
para
que las gentes de los interiores
(cuando
la mañana despunte
y se
cuele otra vez
como
tenía en el estómago)
encuentren
cadáveres frescos para saciar su hambre
en
cada basural de los callejones
De: “Cinema de la crueldad”
MARÍA MARTÍNEZ BAUTISTA
La noche los derrota
Tras
los ojos cerrados de los niños
hay visiones de muerte.
Extensas sombras en los muros blancos
y serpientes febriles.
La noche los derrota.
Oyen volar las flechas como enjambres de acero
y oyen mamá está muerta.
Palpan la cama y sienten el sepulcro.
ANNA AYANOGLOU
Sensaciones del combate, variación II
Es un bosque sombrío, denso,
cuyos árboles crecen rápidamente
en cualquier época del año
sin importarles tu salud.
Para sobrevivir debes podarlos
infatigablemente
eliminar las lianas
que por la noche abundan más que nada.
Cuando te faltan fuerzas
-siempre acaban faltando-
los árboles continúan creciendo,
ganan tu garganta sus ágiles ramas,
te aprietan el diafragma.
El bosque está dentro de ti,
desde ahora su negro veneno
sale de tu corazón.
De: “Sensations du combat”
Versión de Audomaro Hidalgo