viernes, 24 de septiembre de 2021


 

CARLOS MARZAL

 


 

Uno y ninguno

 

 

Él cree saber quién soy, y se equivoca. 
Tú puedes desandar, paso por paso, 
toda la historia, todos los detalles 
que dibujen un rostro, pero no seré yo 
quien esté dibujado en ese rostro, 
aunque sea mi rostro el dibujado. 
Cualquiera que no sepa de mí lo sabe todo. 
Yo no sé quién soy yo, pero estoy en lo cierto. 

Esta acumulación de paradojas 
exige un comentario y una pausa. 
(Las palabras se pueden urdir y desurdir, 
hasta no decir nada, queriendo decir todo.) 
Cualquier hombre es ninguno, y es legión 
y es nadie y uno mismo. 
Y ahora que ya lo sabes, date cuenta: 
estás equivocado por completo. 

 

VICENTE GAOS

 

 

Mnemosyne



¿De dónde llegas tú, ilusión de un día
porvenir, tú, esperanza de un pasado
nunca cumplido, pero que yo ahora
evoco entre marchitas profecías
o anticipo en nostalgia? De recuerdos
y paciencias me nutro. Los ayeres
y los mañanas dóciles acuden
a congregárseme en el hoy, un punto
que se dilata ilimitado en ondas
concéntricas, amor, amor sin tregua.

Y todo es por tu mágico conjuro,
diosa de pies ligeros, madre mía.
Déjame que te diga apasionado
mi amor por ti, mi luz en la honda noche,
mi amparo, mi sostén en el vacío,
tan adherida a mí como mi carne,
tan enraizada en mí como mis huesos,
yo mismo, pues ¿qué soy yo, que sería
sin ti, a quien debo lo único que tengo,
mi fugitiva eternidad de hombre?

Por tu amorosa previsión ordeno
mis días y mis noches. Yo soy sólo
una memoria y un deseo, un agua
que estremecidamente fluye inmóvil.
Tú conoces mi vida, me recuerdas
fechas: murió en Valencia, veintiuno
marzo, mil novecientos diecinueve.
Nació... Dejemos el espacio en blanco
y Dios lo llenará cuando me llame
para ingresar -completo ya- en su Nada.

Porque otros son, mi amor, nuestros caminos.
Igual que al vagabundo de Manhattan,
a mí que me preocupan tantas cosas,
no me preocupa Dios, no me preocupa
la muerte. Me deslizo de tu brazo
por el tiempo (no un río que termina
en el mar del morir, sino el mar mismo
siempre consigo. ensimismado, libre
en su flujo y reflujo), por el tiempo,
ajeno al gran pecado del olvido.

Mediada está mi vida. Estoy inmerso
en aguas tan profundas que no tienen
fondo o lo desconocen. En el pecho
me late el corazón, una campana
sorda, callada, pero jubilosa 
en su entrañado grito de alegría.
Sea la vida sueño, sombra, nube,
viaje, ilusión o luna mortecina.
No me preocupa Dios cuando la sangre
su música musita misteriosa.

La rosa, el chopo grácil de la orilla,
el río rumoroso y solitario,
el monasterio al pie de la montaña
y la cima nevada, aquellos ojos
que un segundo brillaron ofreciendo
amor, las rachas frescas de la lluvia
y el viento en los adioses del verano,
todo conlleva tiempo y acongoja
el corazón con mano delicada,
fábula y mito de los años muertos.

Pero guiado de tu mano avanzo
hacia el futuro, avaro me demoro
en el sueño, potencio a mi albedrío
el instante presente, me hago dueño
de su fugaz y fina consistencia,
vuelvo la vida del revés, aplaco
su curso, llego a un éxtasis tan quieto
y tan seguro que en la noche brilla
llena la luna, y ya no escucho el río
que huye ni sus consejas sibilinas.

Soy tuyo, madre mía, tú me dices
constante lo que soy, lo que no he sido,
lo que he de ser o no he de ser, tú eres
a la vez mi pasado y mi futuro,
mi ya y mi todavía, me preservas
de olvido, en esperanza cada día
me salvas, me das vida a millares,
mundo en relieve -bosques, mares, cielos-,
me das, entre las horas huidizas,
partes de eternidad, vences la muerte.

Sí, deja que te diga apasionado
mi amor por ti, luz mía y madre mía,
memoria mía en mí, puro deseo
de ser memoria en otros. Sea sueño
la vida. ¿No es también sueño la muerte?
Gracias, gracias te doy por endiosarme
mágica, humilde, breve, inmortalmente
en mi unidad dramática de hombre
bajo el cielo estrellado. Nunca cese
mi corazón de dar su sí a la vida.

 

 

PERE GIMFERRER

 

 


Puente de Londres 


¿Encontraría a la Maga?

 


-Eres tú, amigo? -dije.
-Deséale suerte a mi sombrero de copa.
Una dalia de cristal
trazó una línea verde en mi ojo gris.
El cielo estaba afónico como un búho de níquel.
-Adiós, amigo -dije.
-Echa una hogaza y una yema de huevo en mi bombín.
Una bombilla guiñaba entre las hojas de acanto.
Mi corazón yacía como una rosa en el Támesis.


 

LEIDY BIBIANA BERNAL

 

 

 

Ningún nombre

 

 

Como si de vuelo supiéramos,
intentamos aprisionar su sombra
en la jaula de las manos.
Sin saber que detrás de los huesos
quedamos en su cautiverio.

Entonces
proferirlo
indagarlo
respirarlo
en las afueras de la carne,
en el cuerpo, en la sangre,
es nuestro último intento
de hacernos uno con él.

Pero rozarlo tampoco logra
detener su aleteo inasible.

No hay palabra verdadera
que retenga su huida.

Y siempre, después
de todos sus crepúsculos
volvemos a pronunciarlo.

Aunque la lengua
se nos vuelva ceniza,
si decimos
Amor.

 

De: “Pájaro de piedra”

 

 

JOSÉ P. SERRATO

 



La naturaleza de los versos

A Lázaro Tello Pedró

 

Cuando fui una piedra usé el musgo

para poder beber el agua.

 

 

 

 

LUIS DE GONGORA Y ARGOTE

 

 


De la brevedad engañosa de la vida


Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda; 
agonal carro por la arena muda 
no coronó con más silencio meta, 

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda, 
fiera que sea de razón desnuda, 
cada sol repetido es un cometa. 

¿Confiésalo Cartago y tu lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías 
en seguir sombras y abrazar engaños. 

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas, que limando están los días, 
los días, que royendo están los años.