viernes, 29 de octubre de 2021


 

LI QINGZHAO

 



Como en sueños
anoche
cayó una lluvia fina
sopló fuerte el viento
he tenido un sueño tan pesado
que aún no ha disipado mi ebriedad
pregunto a la doncella que levanta los estores
me contesta: «¿los geranios?
los geranios están igual que siempre»
igual que siempre... ¿pero qué sabrá?
¿qué puede saber?
sus pétalos deben estar de un rojo imperceptible y sus hojas
de un verde esplendoroso

 

 

MARÍA MARTÍNEZ BAUTISTA

 

 

 

La siesta de los padres

 


Los niños necesitan la siesta de sus padres.

Empieza todo

en las tardes oscuras de mi casa en invierno.

Sólo estamos yo y yo

y yo contra mí misma.

Los juegos han cambiado de repente.

Yo decido quién vive,

qué rito corresponde a un juguete difunto.

Soy toda la memoria de los que nunca fueron.

Pero a mí, que sí soy, a mí que empiezo

a vivir y a temer,

¿quién me recordará si dejo el mundo?

¿Y si nunca regresan del misterio del sueño

quienes deben cuidarme?

Por las persianas

alzadas de mi cuarto

se ha colado la noche.

 

Son muy distintas

las siestas luminosas del verano.

En cada cuarto laten los cuerpos destapados,

vencidos por el sol, de mi familia.

En el jardín ardiente

sólo estamos yo y yo.

La vida pasa como los caballos

cansados por mis venas. Nunca han sido tan ciertos

el espacio que lleno con mi sombra

ni el peso irrepetible que le pongo a la tierra.

 

 

REINALDO BUSTILLO

 

 

 

Canto a San Juan Nepomuceno

(Poema en versos eneasílabos anfibráquicos, acentos en 2-5-8)

 

Tu orgullo, San Juan, es tu gente

que busca el futuro y lo afianza,

sembrando en tus predios simiente

con fe, con amor y esperanza.

 

La bella muchacha que ahora

que es madre y esposa, se ufana

brindando virtud que memora,

la que antes mostrara su hermana.

 

El joven que estudia y dichoso

en libros la ciencia investiga;

y en vela, las noches gozoso,

no admite jamás la fatiga.

 

El viejo que tuvo en sus manos

las riendas del mundo pasado,

y nos hizo a todos hermanos

en reino a tu amor consagrado.

 

Tus cerros, arroyos y prados

tu iglesia, tus puentes, lo tuyo;

tus hombres ilustres pasados

que llenan la vida de orgullo.

 

Por eso te vengo a cantar

un verso que exalte tu historia,

escrito con tintes de hogar,

y acentos filiales de euforia.

.

 

EFRAÍN BARTOLOMÉ

 

 

 

Epitafio

 


Del repecho más alto del acantilado que fue

se despeñó hasta el fondo de sí mismo.

Tardó toda su vida cayendo.

Ya llegó.

 

JOSÉ MÁRMOL

 

  

Presencia

 


Tu presencia vale más que todos los delirios.

Conozco del hombre su raíz envenenada,

de la rosa su espina, de la ilusión el tedio, del aroma el hedor.

El mar, Homero: todo lo mueve el amor,

cantaba Osip Maldeshtam en su jaula de horror.

El sol se apoya tímido sobre los rascacielos.

Es invierno, ya sabes, preludia un ocaso de hojalata gris.

Girasoles, abedules y una triste balalaika;

se arrodilla un frente frío, se abalanza una ilusión.

¿Adónde estás, poesía? ¿Adónde, libertad?

Mientras pueda el iracundo amordazar un verso

yo no voy a entender el sentido de escribir.

 

De: “Torrente sanguíneo”

 

 

JAVIER VICEDO ALÓS

 

 

Dios sabiéndose

 


Cuando yo no soy, o no sueño, el mundo es un papel a la espera de un azote de viento que lo levante. Sin mí, la insinuación de la luz no existiría porque no hallaría a quién seducir. La noche es el pretexto para mi soledad, pero soledad porque yo la quiero; podría no quererla y no habría noches. Yo soy un dios que no requiere más fieles que él mismo. Soy el mundo, cante o se arrastre.

Pero a veces, de sólo decirme, traspaso mi discurso y lo desangro: dios sabe de su imposibilidad.