martes, 8 de julio de 2025


 

NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA

 

 


Ser civilizado es poder criticar aquello en que creemos sin dejar de creer en ello.

 

BOŽIDAR PROROČIĆ

 

 


 

La noche tempestuosa

 



Octubre se marchita, cae una lágrima

noche tempestuosa de una ciudad pequeña

El viento lleva mis rimas

la oscuridad lluviosa esconde la verdad

Se oyen los sonidos ensordecidos del cielo

El firmamento se parte por el destello de un rayo

Del huerto huelen los membrillos ya maduros

Te miro fascinado

con la lluvia y ebrio de soledad

mientras hay lluvias también existirá Cetinje

Escribo sobre el otoño del dolor amoroso

El sello del destino está en los versos

Escondo en ellos una tristeza sin fin        

 

 

LUIS ARIAS MANZO

 

  

 

En un eterno coro de amor

[A Marcia Motta en el día del amor]

 



En esta noche oscura
En que todas las luces de mi aliento se apagaron
Me voy a refugiar en tu recuerdo 
Renegando a todo 
Renegando a mí mismo 
Y a todos mis viejos amores 
Para sólo demorar en tu ser íntimo. 

¡Oh Amor!
Me muero sin ti 
Como si fuera una hoja muerta y solitaria 
Perdida solo en el bosque de luciérnagas. 

En esta noche oscura 
En que se apaga mi vida
Te voy a decir fuerte y eterno: 
¡Te amo!
Te amo y te añoro 
Y mis palabras, ya lo sé
No te pueden alcanzar.

¡Oh Amor!
¿Por qué no lo dije antes?
¿Por qué no brotaron de mí los verbos?
Cuando aún te podía alcanzar.

Yo me pierdo en el abismo de lo oculto
Y me pierdo tanto
Que ya no sé quien soy
Y creo que soy,
Que soy una hoja muerta
Solitaria y vagabunda
En el triste espacio de lo misterioso.

¡Oh Marcia mía!
Mía y lejana como un astro errante 
Que tus pasos caminen hacia mí
Siempre hacia mí por entre la fronda humana. 

Cuando camino al lecho sin ti
Es como si caminara directo al paredón 
Amor, no me dejes nunca,
Nunca más te vayas
Y si te vas 
Que siempre sea para unirte a mí 
En este coro de eternas sábanas amorosas. 

 

MELCHOR LÓPEZ

 

 

 

El dios Oro

 

 

Te busqué inútilmente

en mi extravío por las salas

del Museo Británico, dios Oro.

Quería tenerte ante mí,

no en la lámina oscura

de una enciclopedia,

frente a frente los dos mirándonos.

Quería ver tus ojos maliciosos

y tus brazos de basta soga,

tu cuerpo de cordones y madera,

ridículo y terrible.

Te busqué acaso

siguiendo tu llamada.

 

Dios Oro, pobre

dios, muñeco de palo, tosco ídolo,

en qué vitrina en qué sala cautivo,

lejos de tu isla aguardas

el día del rencor y la ira,

la hora del hacha,

del incendio y su llama desatada.

 

Dios Oro, dios

tahitiano de la guerra,

ay del día que te liberes

en tus fuerzas malignas,

en tus potencias sin gobierno,

en los tifones de tus climas.

El horror cegará entonces los ojos

del guardián abatido,

en el silencio de las salas

se oirá un estruendo grande

como si un furibundo cíclope

derribara los muros de su celda,

y un resplandor extraño,

con la forma temible de tu cuerpo,

ascenderá en la noche.

 

Dios Oro,

dios Oro,

estos versos que ahora escribo

responden quizá a una orden tuya,

a un mandato secreto, a un conjuro

que somete a mi mano. Estos versos

acaso anuncian ya tu despertar,

el final del letargo,

la amenaza cercana, la venganza

contra aquellos que ríen

irreverentes, hacen chanzas

ante tu burda

imagen destructora.

 

De: “Según la luz”

 

EUGENIO MONTEJO

 

 

 

Terredad

 

 

Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.

A bordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.

Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos con otoño, henchidos en verano,

con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo, hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,

sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,

sin olvidar las sobras de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena
aunque las migas sean amargas.

JULIA NADAL BARRERAS

 

 

 

Cartero

 


Desde que nací, ando vagando

sin saber muy bien

a donde me llevaran

mis pasos

 

Me deje llevar, como cual río

a la corriente

 

Poco ruido hice

por no molestar

 

De la nada, aparecieron

esos sueños

que no soy capaz de controlar

 

Ellos, me hablan, me dicen

lo que me va a ocurrir

despierto y pienso

no deja de ser un sueño mas

 

Pero llegan esos mensajes

mi corazón, se acelera

y un escalofrío recorre

todo mi cuerpo.

 

Helado queda mi cuerpo por

un instante, paralizado

 

Hasta, que me envuelve ese calor

que acelera mi alma

no sé cómo explicar

lo que llego a sentir

 

Sea lo que sea, no llega

de la tierra...

 

Eso viene del más allá

de las estrellas

allí, donde todos tenemos

parte de nuestras vidas

 

Si no, dime, porque lo sueño,

y luego lo vivo.?

 

Es la mano de Dios

la que los dirige a ellos

 

El, es el remitente

y ellos los carteros,

que se meten en mis sueños

y me otorgan lo que voy a vivir...

todo lo que está por venir.