sábado, 12 de julio de 2025


 

FRANCISCO VÉJAR

 


 

Capítulo de novela

 

 

Pertenezco también a esta ciudad,
creo en la ficción que encarna,
el sueño de alguien que no se reconoce
y se busca incesante en los espejos.
Pienso en lo que alimenta a estas calles
en el atardecer donde caminas,
única amiga de estos años reales,
al salir de un film que retrata
a dos trashumantes buscando empleo,
escribiendo absurdos sonetos
acerca de la risa que nos provoca un diálogo de sordos
o el viajar en un anacrónico Austin-Mini.
Pertenezco también a esta ciudad,
mas algo nos une y separa del abismo,
de cuartos vacíos y sombras
que se encuentran un instante
en lo que está más allá de nosotros.

 

 

BASILIO SÁNCHEZ

 

 

 

Entre nosotros

 


Añoro la ceguera que es un punto de luz.

Bebo de la memoria como otros
del agua de las fuentes, de los vasos
de la antigua liturgia.

Después de mucho tiempo
ahora vivo despacio, sin intimidaciones,
sin que pueda la noche ganarme en sutileza
ni la muerte en sigilo.

Soy el hombre que no ha salido nunca
de los alrededores de su mano, el que se ha hecho
perdonar por la nieve
y el que anda por las habitaciones
preservando en silencio la sustancia
de su felicidad.

Quien para guarecerse
necesita los nombres de todos los que ha sido,
recordar las palabras con las que cada día
ha vivido o ha muerto.

 

 

CARLOS MARZAL

 

 

 

La historia

In memorian Rosa Casal



Junto a un apeadero de tren, ya fuera de servicio. 
Bajo el inmisericorde sol, un verano cualquiera, 
un corro de muchachos apalean a un perro 
y apuestan por saber cuál será el golpe 
con que el juego concluya. 

Cuando desaparecen, 
aburridos, 
el perro, que se traga su sangre, aún consigue arrastrarse 
hasta la sombra, y allí queda tendido, sobre la vía muerta. 

En la imposible noche de un pabellónde enfermos, 
la oscuridad ya sólo un dolor cómplice, 
alguien, sin salir de su asombro, pasa recuento al mundo, 
imagina la vida fuera de esas paredes, no comprende 
que la música, el amor y la lluvia le hayan acontecido 
a su cuerpo de hoy día. 

Y mientras tanto, fiel, 
al gotear del suero mide el tiempo. 

Sobre el puente de piedra de una ciudad extraña, 
cuando el alba se acerca desafecta, 
una mujer invoca sus íntimos fantasmas, 
que son, uno tras otro, el mapa de la vida. 
(Entretanto, y hacia ninguna parte, el agua fluye oscura). 
Supo posible la breve recompensa de la dicha, 
y hoy pueden más el tedio y el cansancio. 
Más tarde el agua lleva, indiferente, un cuerpo. 
Y la ciudad lo ignora. 

Todas estas escenas son mis contemporáneas. 
Tal vez alguien advierta una razón final 
que logre atribuirles un sentido. 
Yo no acierto a encontrarla. 
Antes bien, me parecen delirios estériles 
de un contumaz borracho que sueña nuestras vidas. 

 

 

 

 

LILIAN SERPAS

 

 

MICROGRAMAS DE NIEBLA

  

7

  

Melancólico llora
el Otoño que un lecho
se prepara con hojas.

 

De: “Huésped de la eternidad”

 

 

FERMÍN VILELA

  

 

Geología

Conversación entre un peregrino y un funcionario público, cerca de la ciudad de Shangai.
      



“Déjelo ir”, me dijo.
“Ni siquiera lo intente.
Renuncie a toda esa búsqueda,
esa inútil geología.

La poesía no sirve para nada.

Tampoco haga de su canto
un himno, dirá más trigo
y pan duro del montón.
Mi consejo, amigo mío,
es que se mantenga firme
en su carrera diplomática
y escriba relatos para la corte,
para la gente simple, no versos
destinados a todos esos ermitaños
que terminan muertos de hambre,
solos dentro de una montaña.

Sigamos, amigo mío,
las antiguas tradiciones
y sumémosle ladrillos de dignidad
al enorme tapial de la historia”.

Mientras el funcionario público
decía esto yo le daba una palmada
en el brazo, dándole toda la razón.

“De qué servirá la poesía, mi señor,
como de qué servirá una taza, un imperio,
una persona soñando bajo la luna.
Por mi parte, yo no necesito defender nada.
Los espíritus del caracter están vivos.
Mis caracteres no siguen a la tradición
porque el carácter es la tradición
y la tradición es poesía

Ahora me tengo que ir,
me gustaría llegar a casa
antes del otoño.

Usted sabe cómo se ponen los caminos
después de las grandes lluvias”.

 

 

JUAN CARLOS ONETTI


  

Era muy niño


Era muy niño cuando descubrí
que la gente se moría.
Eso
no lo he olvidado nunca;
siempre está presente en mí.