miércoles, 25 de junio de 2025


 

GLADYS GONZÁLEZ

 


 

Pequeños espacios

 


Los caminos de la bahía

llevan a pequeños espacios del dolor

que permanecen silenciosos

 

un hombre

está tirado en el suelo

como un animal destripado

los pantalones abajo

sus genitales congelándose en la lluvia

un perro sostiene su cabeza

como si de ese hombre alcoholizado

dependiera su mundo.

 

 

De: “Calamina”

 

 

ENRIQUE ANDRÉS RUIZ

 

  

3

Algo que brilla

 

 

Los sueños, en las noches más inquietas
del verano, remueven los montones
de escombros y ceniza hasta que llega
con luz de yeso el alba y los sorprende.

¿De qué voz eres tú –ya es el momento
de llamarte así– el eco
cuando dices de pronto que me quieres
y el tiempo ya no pasa: nuestro tiempo?

Hay veces que la vida imaginaria
abandona su limbo y se hace carne,
igual que si el recuerdo de un deseo
resurgiera, como un cuerpo flotando.

Entre los vertederos, un instante
mezclados con el tiempo desahuciado,
de pronto resplandecen los amores
primeros, y dan ganas de llorar.

Porque en la historia triste, de secreta
intimidad, el día siempre vuelve
–con luz de yeso– pero las memorias
con luz de luna lo oscurecerán.

  

De: “Los verdaderos domingos de mi vida”

 

 

ALBERTO INFANTE

 

 

 

Madrugada en blanco

 

 

A las 4:56 de la mañana la belleza

lo destruye todo y no hay cómo

echarse atrás, encender la luz, poner un disco,

evitar que una vez más al amanecer

se lo coman no los gallos sino

los afilados tacones de las transeúntes

o las ruedas de los tranvías.

 

A las 4:56 de la mañana relámpago sin rosa,

no clamor

sino presencia ausente.

 

A las 4:56 de la mañana,

exactamente a las 4:56 de la mañana,

si hubiera vida,

lo amado

valdría más que lo escrito.

 

De: “Diario de Ruta”

 

 

ROSA BERBEL

 

 

  

Crecer es

 

 

Andar más, con más miedo,
por calles más vacías,
no creer en otros mundos
posibles o imposibles,
hacer daño a los otros sin palabras,
comprar cosas usadas por el placer
extraño de su tacto,
vender cosas,
romper cosas que nunca hemos tenido,
arrojarlas al fuego como quien cambia
la hora
de todos los relojes de la casa
para poder perder un poco el tiempo.

 

 

 

ROCÍO ROJAS-MARCOS

 

 

 

El destino no existe



La casualidad juega con nosotros,
nos reparte cartas envenenadas y luego
espera que sepamos levantarnos
tras hacernos tropezar infinidad de veces
con la misma piedra. La casualidad,
compañera infiel de quienes no creemos en el destino,
trilera tramposa de mañanas ignotas.
Dibuja ante nuestra mirada aburrida
ficciones alternativas de la realidad,
posibilidades, diversidad de caminos. Opciones.
Y caemos, confiamos en sus artimañas,
pensamos que nos estaba esperando, no recordamos
que la casualidad nos encuentra
aunque la neguemos hasta tres veces.
No es destino,
todo en este mundo se decide por casualidad.

 

RUDHRAMOORTHY CHERAN

 

  

 

3. Una tarde, mientras llegan los botes

 

 

Sobre mis profundas huellas
hundidas en la arena dorada
las hojas de pandanus
se van extendiendo.
Mientras las hojas de cocotero
bambolean con el viento,
el cielo se espeja en el agua,
y el azul en la distancia
se disuelve en otro azul.

Blancas velas
lentas se acercan a casa desde el horizonte
rasgando nubes opacas y protectoras.

La cortina de la noche aún no ha caído
sobre el atardecer,
pero la luz del sol, suavemente,
se evapora.

Los botes canturrean camino a casa
hacia la orilla.
En el mar abierto
todavía
se deslizan las velas.

Hasta que el amanecer
se desperece y se eleve
los botes descansarán en la orilla
bajo la media luna.

 

 

De: “Siembra solo palabras”

 

martes, 24 de junio de 2025


 

GLADYS GONZÁLEZ

 



Urgencias

 

la sirena de una ambulancia

un auto

un cuerpo mojado

envuelto en frazadas

un pasillo de urgencias médicas

una camilla

el estado de turbación

de la mente por días

las sondas que atizan

el desierto de un estómago

la flora intestinal

pudriendo las pastillas

los malos sueños

un departamento en desorden

la orina estancada en las cañerías

una marca de cigarrillo en la alfombra

el polvo de la lluvia

sobre la cama

esperando como un cachorro hambriento

olvidar el sabor amargo

de un invierno pobre, oscuro y frío

congelado como una postal

entre los recuerdos de la bahía.

 

 

De: “Calamina”

 

 

ENRIQUE ANDRÉS RUIZ

 

 

 

2

De cuando nuestros padres eran jóvenes

A José Ferrero

 

 

Es el cielo amarillo
de algún anochecer, en el verano,
y hace mucho calor.

Un calor retenido
después de todo el día, en la terraza,
bajo la oscuridad del entoldado

de hiedra, ya reseca.
Y es un jarrón azul
de vidrio, en la baranda de la pérgola,

que aumenta la visión. Al otro lado,
los barrios aturdidos tras un día
de sol en las afueras.

–Una isla, el jardín,
en medio del océano.
Y un sueño el de este instante que demora

lo que fue alguna vez vivir aquí,
en un tiempo feliz que para entonces
ya estaba en el pasado.

 

De: “Los verdaderos domingos de mi vida”

 

 

ALBERTO INFANTE

 

 

 

Billy Collins cita a Juan Ramón Jiménez

 

 

Desde la biblioteca y el mediano plazo al jardín japonés

podríamos seguirle el rastro

ignorando su distribución.

 

“Lo peor de la muerte debe de ser la primera noche”

escribió Juan Ramón Jiménez

y Billy Collins arrancó de ahí.

Se lo escuché en YouTube:

“Esa noche debe de ser la única noche”, exclamó.

Y se me quedó grabado.

También el final, algo bastante corriente

sobre el espino y la rosa pero que dicho

por él parecía nuevo gracias a su sentido

del humor y a su manejo del swing.

 

Oyéndole me repetí que la poesía es un juego muy serio

para explicar lo inexplicable con imágenes hermosas

y eludir el hecho de que todo paraíso es artificial

y todo sueño poco más que una desordenada

sucesión de fragmentos

que no logramos reconstruir.

 

Billy Collins nació en Manhattan y se crio en Queens

un lugar a cuyo río Juan Ramón le regaló su mar,

el mar de Moguer, que era más blanco

y más azul y estaba muy lejos.

 

Eso no se lo escuché a Billy Collins

aunque supuse que lo conocía,

cómo no conocer ese fragmento

que tiene de sueño lo que sólo los sueños

pueden tener: espacio, tiempo, río, discurrir por una orilla

y aparecer en otra,

orillas de Moguer a lo largo del Hudson,

mareas y olas de Moguer

arenas dulces y soles anunciando el ocaso,

es decir, la primera y única noche

porque las demás no cuentan,

aseguran, insisten, confirman,

pero no cuentan,

lo que cuenta es esto

que una tarde, otro poeta,

en otro lugar,

en otra lengua.

 

Yo había leído antes a Billy Collins

y, lo confieso, no me había parecido gran cosa

pero ese día sí

pues eso tiene también la poesía

que nos devuelve la voz de los muertos

en las palabras de los vivos

en el tono, el ritmo, el sonido de las palabras de los vivos;

los significados están bien, y la respiración,

y el slang, y el sentido del humor,

pero es lo otro, lo otro,

lo indefinible y otro.

 

Quién haya vivido lejos

y distante y solo

me comprenderá.

 


De: “Principio y final”

 

ROSA BERBEL

 

 

 

Primer amor



Era verano entonces y a nosotros
nos picaban las piernas del sudor
y la euforia.

Desde aquel día parece que los demás
tan tibios
se quieren siempre menos.

 

ROCÍO ROJAS-MARCOS

 

 


 

En penumbra

…ni siquiera
el silencio me persigue
PAUL AUSTER

 

 

Ni las sombras cenitales acuden,
ni los llantos esquivos me encuentran,
ni tan siquiera el recuerdo de tu ausencia lo logra.
Encontré un día la esquina
donde volver la espalda a este miedo
—duda escénica ante lo desconocido—
que surge cada mañana.
Por eso, prefiero estar perdida
entre penumbras medio grises,
desdibujarme con las luces temblorosas,
entre los contornos confusos de mi tiempo
—ese únicamente mío— y así,
perdida, saberme sola
segura en la fuerza de mi soledad,
la que a las siete de la mañana,
cada mañana, con el frío vespertino
de este invierno azul, tembloroso y cruel,
me despierta entre rumores de día nuevo.

 

 

 

RUDHRAMOORTHY CHERAN

 


 

2. El mar

 

 

Contra la orilla
se elevan las olas, con crestas de espuma,
los brazos abiertos
para abrazar a la tierra.

Desde el evasivo horizonte
a la orilla más cercana forrada de arena
un pálido velo azul se desliza,
resbala, se desvanece.

A veces, milagrosamente quieta,
la vasta extensión se despliega,
mirando arriba hacia el cielo,
abajo a la tierra.

En la oscuridad de la última tarde,
como hojas de palmera
levantando y agachando la cabeza,
se elevan las olas
abrazando lo oscuro.
Abrazando lo oscuro
se elevan las olas.

Entonces, a veces,
los botes zozobran camino a tierra,
los remos salpican,
arrojando hojuelas de luz.

Las olas lamiendo la orilla
agrandan
dentro de mí

el mar.

 

 

De: “Siembra solo palabras”

lunes, 23 de junio de 2025


 

GLADYS GONZÁLEZ

 


 

Nocturno de bahía

 


los cerros

parecen un parque de diversiones

torcido

interminable

lejano

 

en donde cada ventana

iluminada por el brillo de los televisores

se vuelve cálida

y curiosa

en medio de la calle

 

se dibujan

familias felices

sombras

haciendo lentamente el amor

cenas con vino

conversaciones de sobremesa

y niños jugando a las escondidas

entre la escalera

 

el humo de las chimeneas

crepita en el aire

como pequeñas luciérnagas

que navegan entre las cintas verticales del cinc 

y los altavoces

de los buques solitarios

en la bahía.

 

 

De: “Calamina”

 

ENRIQUE ANDRÉS RUIZ

 

 

  

1

Canción de bienvenida

 

 

Aquel momento, siempre, de llegar
con el anochecer
y enseguida asomarnos al balcón
sin deshacer siquiera el equipaje,
se parecía a un rito.

La calle, entre dos luces,
muy confusa a esas horas, que pasaba
del ruido de los cierres en las tiendas
a las risas y voces que anunciaban
un público distinto.

La oscuridad detrás, que nos decía
la presencia del mar a nuestra espalda
–su jadeo invisible–,
el animal del mar, agazapado.
Y el intacto deseo

de los días enteros por delante,

con gusto refrenados
en la ilusión, lo mismo que un encuentro
–lo mismo que un amor ni un solo instante
todavía rozado por el tiempo.

 

 

De: “Los verdaderos domingos de mi vida”

 

 

ALBERTO INFANTE

 

 

 

Los bufones de Pría

I do not know much about gods

T.S. Elliot

 

Contemplando estos acantilados pienso en The Dry Salvages. Pienso en ellas sin razón alguna porque nunca las vi y ver, lo que se dice ver, yo sólo he visto estos.

Son hermosos, fuertes como el mar que choca, y se alza, y entre las rocas excava su privado dominio. Pero pienso en Les Dry Salvages y me digo: “Alguna vez iré”. No sé por qué, pero lo digo.

Quizá sea el ritmo del viento, el olor a vacas y a heno, el sonido del verso que una vez usé. Todo eso estaba allí, y estaba antes, lo mismo que yo estoy ahora aquí y es mi primera vez. Solo que ahora me esfuerzo por ver las cosas como son: las altas rocas calizas, el lodazal del camino, tu bello rostro, la excitación del momento.

No es fácil ver las cosas como son. Las cosas cambian, nosotros cambiamos. Hasta los acantilados cambian; a otro ritmo, pero cambian.

Todo esto fue así desde el comienzo.

No sé mucho sobre dioses o ríos. Tampoco sobre acantilados. Pero esto sí lo sé: iré. Porque he estado yendo y viniendo. Como los acantilados. Como el mar. Como las nubes. Como las vacas.

Desde un principio. Yendo y viniendo.

Alguien debería saberlo. Yo, francamente, no.

 

 

De: “Carta de ajuste”

 

 

ROSA BERBEL

 

 

 

Quemar el bosque

 

 

Nos observo en la calle un día nublado,
como niños muy viejos jugando sin permiso
junto a máquinas sucias de conservas.

Estamos en el centro de la imagen,
nuestros rostros pequeños en el centro de todo,
con una luz encima.

Todo está muerto aquí, y sin embargo,
la basura expandía los límites del mundo,
como una geografía improvisada.

Inventamos un juego,
que consistía primero en pedir algo,
en estricto silencio.
Un deseo, tal vez,
una idea primera de la suerte.

¿No era esto madurar: elegir cosas
y esconder la elección a los demás?

Girábamos después sobre nosotros,
distraídos y torpes,
con todas nuestras ganas, una vuelta
tras otra,
el máximo posible de minutos.
Ganaba el que aguantara
por más tiempo,
esquivando el mareo o el cansancio.

Tú y yo siempre perdíamos.
Hemos vuelto a perder en esta escena.

Pero el hallazgo era nuestra suerte:
descubrir que los trazos del cuerpo y sus excusas
condicionan el resto del paisaje.

 

 

 

ROCÍO ROJAS-MARCOS

 

 

 

Desmembrada




Dedico días
a intentar expulsar sobriamente
las ideas que me ahogan.
Acumulo palabras enmarañadas,
las vuelco sobre páginas blancas
hasta trazar una línea entre ellas,
hasta unirlas
sólidamente,
hasta
convertirlas
en
un
balón,
hasta
pegarles
una
patada,
pisotearlas
escupirles
y transformarlas
en parte de mí.

 

RUDHRAMOORTHY CHERAN

 

 

 

1. Un día de lluvia

 


¿Recuerdas
aquel día de lluvia?

El atardecer
empezó con un tono dorado,
y terminó con un aguacero.

Montabas tu bicicleta a mi lado,
a cierta distancia,
pero nuestras sombras, por alguna razón,
bailaban entre nosotros, entrelazadas,
mientras oscurecía el cielo
y moría el polvo
bajo una lluvia infinita.

Nos protegimos del agua
en una cabaña cercana, y nos secamos la cara;
nos goteaban las manos.

¿Recuerdas
aquel día de lluvia?

Completamente empapados, la tinta corrida,
nuestros apuntes de clase
quedarían sin revisar.

Azotando las ramas de las palmeras,
arrasando las hojas de las majagüillas,
aquel día el viento pareció aliarse con el propio mar.
¡Y cómo llovía!

Tú estabas junto a mí,
y la humedad saturaba la cabaña.
A través de la densa, llorosa oscuridad de la lluvia
en una sencilla línea, la luz
recorre el cielo, y se esfuma.

Un relámpago, exclamas,
pero ya no está cuando vuelvo a mirar.
Mientras acechamos el siguiente,
restalla un trueno.

Desde tu rostro surcado por el agua
un mechón de cabellos húmedos
resbala hasta el cuello;
una oveja perdida.

La lluvia se torna una lenta llovizna;
regresamos a nuestro camino
retomando la calle.

Diablos humanos nos acechan
sus miradas se dirían flechas
lanzas que nos atraviesan.
Pero la calle se quiebra y se esfuma
cuando estamos juntos.

Y otra vez la llovizna;
tú y yo juntos, resguardados
tras la oscuridad de las nubes.

¿Recuerdas
aquel día de lluvia?

 

 

De: “Siembra solo palabras”

 

domingo, 22 de junio de 2025


 

YOSA BUSON

 


 

Bajo la lluvia de verano
El sendero
Desapareció

 

FÉLIX MOYANO

 


 

Ut poesis pictura non erit

Pues tan solo una droga
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
JUANA CASTRO

  

Te juro que lo intento, hacer poemas
de otras cosas, hablar de lo que ocurre
ahí fuera, lejos, lejos de mi estómago,
pero no lo consigo. Mira, pongo la tele,
salgo a la calle a veces, pero nada.
Y mira que lo intento, te lo juro.
Tengo las venas y el tabique hinchados
del amor.

 

 

AUDRE LORDE

 

  

 

Oaxaca

 

 

Bajo el pedazo de madera que labra
se mueve lentamente la tierra.
Pero los relámpagos se acercan.

Cultivando su secreto en la tierra ocre
tendida como una mujer
la osadía es una labor agotadora
para hombres de ojos inmóviles
que cuidan sus semillas
y una dura vigilia en la estación sin lluvia.
Pero en el fino y brillante borde del día,
más allá del arado partido, miran hacia las colinas
los relámpagos que se incuban
pues la tormenta es conocida.

Se mueve lentamente la tierra.
Aunque la víspera del relámpago
puede romper con un destello
la cara de una montaña, frágil como el vidrio,
la tierra se mueve lentamente.
Toda la fuerza de un hombre en brazos de su hijo
por tal de esculpir un surco
en duro suelo desafiante,
y la tendida tierra aguarda.
Largo y lento el arado
a través de la ocre estación seca,
y se mueve lentamente la tierra.

Pero los relámpagos se acercan.

 

 

JUAN BONILLA

 

 

  

Poética

  

 

Escuchas un adagio

y de repente en ti algo se adagia.

Ese contagio

es una magia,

candela fría

en la que lo que alumbra es poesía.

 

Si te quema un poema

revelándote exacto

lo que dentro de ti se quema,

misteriosa materia al tacto,

dando palabras a lo que sabías,

ese fuego que exalta es poesía.

 

Si contra fe vencida por la nada

hallas consuelo que no se te quiebre

al encontrar hospicio en la mirada

de quien sabe darte su fiebre

y así salvas el día,

en esos ojos vive la poesía.

 

Si en ilegible sueño

tu padre, ya burlado de la muerte,

aparece y te abraza fuerte fuerte

aunque se ha convertido en un niño pequeño,

y su mirada hiere

cuando te dice que te quiere

(cosa que padre nunca dijo

y tú no se la dices a tu hijo),

esa escena baldía

esconde poesía.

 

Por encima del arte

que a Adonis hace fiero y bello a Marte,

cántico de la vida,

no le pidas que te cierre una herida,

más bien que te las abra

con eficaz palabra

helada en luz tan pura

que sea un simulacro de sutura.

 

Esa es su magia:

la poesía es fiebre y se contagia.

 

  

 

De: “Los días heterónomos”