domingo, 21 de noviembre de 2021


 

EMMA POSADA

 

 

Desolación

 

Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras y a los lobos hambrientos no respondí. ¿Fue el huracán, el amor, o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!

Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi vino. Nadie llamó. Los búhos silbaban en mis ventanas.

Y ahora que las sombras rondan, en vano digo: regresa, peregrino; caliéntate a mi lumbre y bebe mi vino. Nadie responde…

Fuera, en el sendero, un grillo deshila una canción sedienta… rueda una hoja seca.

Dentro, se apaga la lumbre y se derrama el vino.

 

ROZZ WILLIAMS

 

 

 

En los vientos del tiempo mi cuerpo
cae como la lluvia.
Como los plácidos cielos sobre mí
Veo a lo lejos caminos
En la memoria zarpo
Hace tiempo cuando la vida era
mucho más joven
Conozco tus gustos
En vientos de cambio mi cuerpo
se abre como el océano
Se abre como los tiempos
en hombros de invierno
Veo mucho más
que antes

 

Nota: Rozz Williams, seudónimo de Roger Alan Painter.

 

ENRIQUE WINTER

 

  

 

Somos o no somos hermanos

 


Somos ocho en la pieza.

Tengo catorce años y duermo con mi hermana.

Sus muslos contra el pecho esperan

un portazo. Tirita el vidrio

como dos ojos que resisten algo.

A veces junto mis pestañas y las abro de golpe

para que se descuide nuevamente.

 

 

 

SHERKO BEKAS

 

 


Semillas

 

 

Éramos millones,
éramos viejos árboles,
recientes brotes de plantas
y semillas.
Desde el casco de Ankara
llegaron al amanecer
ellos nos desarraigaron
nos mandaron lejos, muy lejos.
En el camino, las cabezas de
muchos árboles viejos cayeron,
muchas plantas nuevas murieron en el frío,
muchas semillas fueron pisoteadas, perdidas y olvidadas.
Crecimos delgados como el río en verano
Hemos disminuido como bandadas de pájaros
hacia la época del otoño
Nos hemos reducido a unos cuantos miles
Tuvimos las semillas arrastradas por el viento,
llegaron a las montañas sedientas otra vez
se escondieron dentro de las hendiduras de la roca
la primera lluvia
la segunda lluvia
la tercera lluvia
crecieron otra vez
Ahora somos de nuevo un bosque
Somos millones
Somos las semillas,
plantas
y árboles centenarios
¡El casco antiguo ha muerto!
Y ahora tú, el nuevo casco
¿por qué has puesto la cabeza de la lanza
debajo de tu mentón?
¿Puedes terminar con nosotros?
Pero yo sé,
y tu sabes, siempre que hay una semilla
para la lluvia y el viento, este bosque nunca terminará.

 

Versión de Mohsen Emadi y Arturo Loera

 

JOAQUIN SABINA

  

 

Donde habita el olvido

  

Cuando se despertó,

no recordaba nada

de la noche anterior,

“demasiadas cervezas”,

dijo, al ver mi cabeza,

al lado de la suya, en la almohada...

y la besé otra vez,

pero ya no era ayer,

sino mañana.

Y un insolente sol,

como un ladrón, entró

por la ventana.

El día que llegó

tenía ojeras malvas

y barro en el tacón,

desnudos, pero extraños,

nos vio, roto el engaño

de la noche, la cruda luz del alba.

Era la hora de huir

y se fue, sin decir:

“llámame un día”.

Desde el balcón, la vi

perderse, en el trajín

de la Gran Vía.

Y la vida siguió,

como siguen las cosas que no

tienen mucho sentido,

una vez me contó,

un amigo común, que la vio

donde habita el olvido.

 

La pupila archivó

un semáforo rojo,

una mochila, un peugeot

y aquellos ojos

miopes

y la sangre al galope

por mis venas

y una nube de arena

dentro del corazón

y esta racha de amor

sin apetito.

Los besos que perdí,

por no saber decir:

“te necesito”.

Y la vida siguió,

como siguen las cosas que no

tienen mucho sentido,

una vez me contó,

un amigo común, que la vio

donde habita el olvido.

 

 

 

ROSSANA HASSON ARELLANO

 

  

Un Hijo no Debe Morir

 


No se si este llanto tiene alas, hijo mío.

 

A oscuras, cada noche, besas mi sollozo,

te guardas el escalofrío que recorre mi cuerpo.

 

Hoy, me he dado cuenta que has crecido,

tu mano en mi hombro, la tibieza de un beso

que suavemente ha rozado mi frente.

 

No, un hijo no debe morir y menos un día de lluvia.

 

La noche interminable donde sangra el dolor,

es como un látigo que azota mi horizonte.

 

Aquí estás, te sientas junto a mí,

el silencio se expande en mi pecho, hijo,

que fácil sería besar tu huella e ir contigo.

 

No volveré a contar cuanto me falta, ya lo sé.

 

Vivo, en la cálida humedad que deja el rocío,

pero estamos terminando junio y no llueve,

sólo hacia adentro, mil tormentas, hijo mío.

 

La luna nueva, dejó una aureola en nuestro árbol

y yo le até la poca de cordura que me queda.