miércoles, 1 de septiembre de 2021


 

CARLOS DARIEL

 


 


un viaje en tren

después de la gran lluvia

cierro los ojos


AMANDA BERENGUER

 

 

 

La invitación

 


Un adónde de sombra, un pozo vivo
graznando como un pájaro violento,
a veces me aparece a la hora incierta,
al alba fría, espantadora de otras
criaturas, y me empuja de nuevo.

Porque yo estoy demás entre los seres
que usan la alborada, estoy de sobra,
triste junto a la mesa recién puesta
de la resurrección. Ah! no podría
a mi antojo domesticar la angustia,
hasta hacerle sangrar la alternativa
de una estrella brillando sobre el día.
Acaso voy entre soñada y muerta,
arrastrando una historia donde tiembla
la cabeza muriente de la luna,
pero llevo el anillo, esa corona
del otro reino, para no olvidarme.

 

 

ROBERTO MALATESTA

 

 

 

El mismo grito

 


Con vehemencia regreso
día tras día a la palabra
que repare
la roída armonía.

Un sueño del destino se desprende
si una evanescente metáfora
cubre el mar
del abrir y cerrar los ojos.

Una y otra vez pido
a la materia pura y a la impura.

el mismo grito:

la insistente locura
que me salve.

Si la palabra fuera del tiempo arde
el alimento es el asalto.

Esta tenaz vehemencia me sostiene.



DAVID BUSTOS

 

 

 

20

 


Una gaviota descifra

las rocas oscuras del borde costero.

La rodilla izquierda

tiene serios problemas.

Paseos por la mañana.

 

La menta entusiasmada

con el clima después

de almuerzo agua caliente.

 

  

De: “Dos cubos de azúcar”

 

 

JAIME SABINES

 

  

 

Amor mío, mi amor, amor hallado...

 


Amor mío, mi amor, amor hallado

de pronto en la ostra de la muerte.

Quiero comer contigo, estar, amar contigo,

quiero tocarte, verte.

 

Me lo digo, lo dicen en mi cuerpo

los hilos de mi sangre acostumbrada,

lo dice este dolor y mis zapatos

y mi boca y mi almohada.

 

Te quiero, amor, amor absurdamente,

tontamente, perdido, iluminado,

soñando rosas e inventando estrellas

y diciéndote adiós yendo a tu lado.

 

Te quiero desde el poste de la esquina,

desde la alfombra de ese cuarto a solas,

en las sábanas tibias de tu cuerpo

donde se duerme un agua de amapolas.

 

Cabellera del aire desvelado,

río de noche, platanar oscuro,

colmena ciega, amor desenterrado,

voy a seguir tus pasos hacia arriba,

de tus pies a tu muslo y tu costado.

 

 

ESTELA FIGUEROA

 

 

 

 

Extremecido de luz

el aire que llenaba

los espacios abiertos

me tocaba

y todo –el recuerdo

de mi casa vacía

y lo allí veía-

me llevaba al poema

los arboles tranquilos

las calles húmedas

el agua fresca de rio.

El poema era eso:

vacío del hogar

quietud de árbol

hospitalidad de la calle.