jueves, 12 de junio de 2025


 

MIGUEL D’ORS

 


 

Insisto

 

 

Mi vida: tantos días
que no estuve en El Cuzco
ni en Siena ni en Grenoble,
tantos aviones rubricando el cielo
en los que yo no iba, tantas voces
cuyo calor jamás
tocó mi corazón.
Sólo el tiempo, vacío,
sólo el tiempo, esta estepa
desesperada, sólo
ver los martes, los miércoles, los jueves,
ver cómo se suceden, implacables,
los tubos de Colgate.

 

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

 

 

  

Babi Yar

 

 

No existe monumento en Babi Yar;
sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto
que de Egipto escapó. Me crucifican
y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado,
al que juzgan, escupen, encarcelan;
pero de pie resiste la calumnia
y el grito filisteo. Con la punta
de sus sombrillas en mi rostro vejan
mi indefensión mujeres que se acercan
con vestidos de encaje de Bruselas.

O también soy un niño en Bielostok.
De pronto estalla el pogromo.
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla
salen de la taberna y gritan todos:

“Mata judíos: salvarás a Rusia”.
Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo
plegarias que se pierden en la nada.

Me siento dentro
de la piel de Anna Frank que es transparente
como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor
y sólo necesito que uno a otra
nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.

Solamente podemos abrazarnos
en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor
es de la primavera que se anuncia
y del témpano roto en el deshielo.

Y en torno a Babi Yar suena la hierba
que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita
pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito
por los miles de muertos inocentes
masacrados aquí. En cada anciano
y en cada niño al que mataron muero.

Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.
Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte
al usurpar tu nombre y al llamarse
“Unión del Pueblo Ruso”.** No perdono.
Que La Internacional llene los aires
cuando el último
antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera,
me odian todos aquéllos.
Por su odio
soy y seré un verdadero ruso.

 

 

FADWA TUQAN

 

 


 

Dibujaron la senda hacia la vida…



 

1.

Dibujaron la senda hacia la vida.
La empedraron con coral, con sangre adolescente de roja cornalina.
Alzaron sus corazones -piedras, fuego, ascuas- en las palmas de las
manos.
Apedrearon con ellas a la bestia del camino.
-¡Es la hora de afirmarse! ¡Sean fuertes, corazones!
Y retumbó su voz
en los oídos del mundo, penetrando su eco por todos los rincones.
¡Es la hora de afirmarse!
Y fueron fuertes, y de pie murieron,
reluciendo como estrellas,
brillando sobre la senda, besando los labios de la vida.

 

2.

Atacó la muerte, hincando su hoz en ellos.
Y frente al rostro de la muerte se plantaron
más hermosos que bosques de palmeras,
más hermosos que cosechas de trigo,
más hermosos que el fulgor de la mañana,
más hermosos que árboles que la lluvia lava en el seno del alba.
Se pusieron en pie… saltaron… se precipitaron
desplegados por el campo de batalla como gavilla de fuego.
Se incendiaron… alumbraron… brillaron
en medio de la senda, y desaparecieron.

 

3.

¡Sueño suyo, que en la lejanía brillas
abrazando el futuro venturoso!
En tus manos está que su resurrección llegue.
Y llegará con el gran mañana en ciernes,
ascendiendo desde el fondo de la ruina,
con albricias en el rostro
y una estrella brillando en su amplia frente.

 

4.

Seguirá la tierra amamantando su sueño toda la vida.
No lo apartarán de su ubre ni las movilizaciones del mal,
ni los demonios del aire, de la tierra y del mar.
No lo destetará por duro que el usurpador se vuelva.
No lo destetará aunque la mano de la muerte, empapada en perfidia,
tiña de amarga coliquíntida el copioso pezón de la ubre de la tierra.

 

5.

¡Míralos allá en la distancia,
abrazados, para perdurar a la muerte,
ascendiendo a las alturas,
ascendiendo ante los ojos del orbe!
Por las cuerdas de su sangre derramada
van subiendo, subiendo, subiendo…
No se apoderará de sus corazones la traidora muerte,
pues en la senda del sacrificio les acompañan
los sueños del renacer y de la nueva alborada.
¡Míralos en su Intifada: son halcones
que conectan con el cielo la tierra y la patria sagrada!

 

 

 

LUIS PIMENTEL

 

  

 

En el depósito de cadáveres hay un niño

 

 

Ya se marchó el ministro del Señor

-visita de cumplido-
y su hisopo llenó de rutina.
Tú creías que era un sonajero,
y te quedaste muerto jugando con la lluvia.

El depósito de cadáveres es grande para ti.
Y la negra mesa.
Y tu sombra.
Y el silencio de cemento húmedo.

Tú y yo nos entenderemos eternamente.

Llega hasta aquí una canción herida
que se cae y se levanta.
Viene del misterio de los remansos,
en el río, bajo los chopos,
donde las barcas atadas
vigilan las estrellas que quieren ahogarse.

La ciudad no sabe nada de estas cosas,
y en tu cuerpo aún ha quedado
una luz tenue que alumbra el depósito:
la muerte, que ha untado tus mejillas
de una cosa demasiado seria.

Pero en tus ojos aún existen
diminutos jardines extendidos
por los que jamás anduvieron tus pies,
tu pequeñita sombra.

Estás conmigo,
con las manos cerradas, apretadas,
sin querer soltar ese trocito de silencio
que te llevas de este mundo.

 

Versión de Miguel González Garcés.

 

 

NEZAHUALCÓYOTL

 

 

 

No acabarán mis flores

 

 

No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aún cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.

 

 

RICHARD BRAUTIGAN

 

 

  

Poema de amor

 

 

Es precioso
despertar en la mañana
solo
y no tener que decirle a nadie
que lo amas
cuando ya no lo amas
más.



miércoles, 11 de junio de 2025


 

MIGUEL D’ORS

 


 

Calendario perpetuo

 

 

El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez -o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

 

 

 

Caminando sobre el tejado

 


¿Cómo pude sobrevivir durante el tiempo de Stalin?
Es que una vez muy contento salí disparado
de una ventana del noveno piso
donde con mucho orgullo caminé sobre el tejado
guiado por no sé quién
y llevando en mi mano un vaso de vodka.

Caminaba sobre el techo sonriendo,
me miraban desde abajo asustadas mujeres viejas,
alguna gente rara y gatos envidiosos.
Yo era absolutamente desconocido
y afortunadamente todavía no era un icono.

Dos camaradas borrachos,
manteniéndose sobrios, celosos,
miraban desde la ventana
cómo yo -sorpresivamente- podía
caminar contra todas las reglas
aunque ignorándolas todas
no
pudiera
caerme.

En aquel 1950, bajo el oscuro bigote de Stalin,
nosotros, una generación a la que le lavaron el cerebro
desde el kindergarten,
teníamos la obsesión de subirnos a los tejados,
la obsesión de escalar cualquier cosa que fuera elevada,
pero nunca la obsesión de escalar las alturas del poder.

Jugábamos a hacer el amor en los áticos
aprendimos a besar por un rublo
admirábamos en La Plaza Roja
las alegres muchedumbres con flores y carteles
mirándolas desde nuestros tejados;
mi tejado era mucho más alto que aquel majestuoso mausoleo
donde Stalin, sin ser visto en ese momento,
protegido por los grandes hombros de su guardia personal,
meaba en un balde de lata
(todo eso era perfectamente visible desde nuestro tejado)
¡Qué perspectiva! ¡Qué afortunados!

Aquel tejado estaba muy cerca
de los tejados de Roma y de Paris
y después de algunos años irrumpimos por La Cortina de Hierro.
Nosotros, los hijos de los Tejados de Metal.

En ese extraño comunismo
de vida militarmente organizada
caminábamos sonriendo sin miedo.
¿Pero qué pasa si hoy día, vendiendo conciencias
por una vida mucho más confortable,
caemos en un capitalismo militar?
¿Qué pasa si quedamos atascados en una sórdida farsa?
Quebraré mi ventana -y aún a través de los barrotes-
saltaré fuera de mi propio retrato
¡rompiendo en pedazos el marco y el vidrio!
Ni siquiera en la muerte confiaré en ningún “ismo”,
yo, otra vez joven y siempre libre,
arriesgando la vida, sonriente y fuerte,
volveré a caminar por el tejado,
o de lo contrario, no soy un poeta.

 

 

FADWA TUQAN

 

 

  

El diluvio y el árbol

 


El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.

El árbol ha caído…
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!

El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.

 

 

LUIS PIMENTEL

 


La poesía es el gran milagro del mundo

 

 

Te enseñaré sin gritos.
El poeta es un maestro sin ira.
Te llevaré a mi reino,
donde te aguarda
la bandera de la esperanza.
No te mostraré aquélla
triste, abatida sobre el mástil,
solitaria bajo una lluvia cenicienta.
Estoy arrepentido de pensar
que el más zafio y bruto de los hombres
no pueda descalzarse
para entrar en nuestro reino.
(¡La poesía es el gran milagro del mundo!)
Yo haré que veas a través de tus manos toscas
la luz de tu sangre.
Puliremos tu frente de cuarzo
hasta hacerla casi luna.
No te haré levantar pesadas piedras
ni subir al monte más alto,
donde está clavada
la bandera de mi verso,
ni sostener con tus hombros las noches.
Todo esto lo ha hecho ya el poeta
por ti, para ti y para el mundo.
Te prometo que quedarás absorto,
mirando a las estrellas.
Llegará tu rudo sentido del tacto
a conocer las rosas invisibles en la noche.
Oirás el rumor de tu propia sangre
y el silencio que todos llevamos
cuando digas:
los senos de mi amada…
Quedarás deslumbrado por su luz,
bajo la sombra verde en el bosque.
(¡La poesía es el gran milagro del mundo!)
Haremos música de tu vocerío.
Aquí estamos con tu lenguaje vulgar.
Nombrarás cualquier cosa
–árbol, caballo, piedra…–
y los verás nacer con su vida más íntima,
con sus contornos más puros.
Mira esa hormiga,
ese trocito de polvo oscuro…
¿Qué delicados dedos de alfarero
pudieron modelar tan diminuto corazón,
que late ahora bajo los altos árboles?
¿No percibes que se ha movido el silencio?
Es esa ave nocturna
que ha cruzado el bosque:
dulces, sordas plumas,
abanico de la noche.

 

Versión de Miguel González Garcés.

 

NEZAHUALCÓYOTL

 

 


 

Un recuerdo que dejo

 

  

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos

 

RICHARD BRAUTIGAN

 

 

 

Cat

 

 

Una tarde soleada después de hacer el amor, estábamos recostados
y decidimos que el nombre de nuestra primera hija sería Cat, así la hubiéramos
llamado; pero ahora que dejamos para siempre de
hacer el amor y que no tendremos esa niña, o cualquier
otro hijo, yo me condené a ser el poeta
en tus sueños que cae a plomo como lluvia vespertina.

 

 

martes, 10 de junio de 2025


 

MIGUEL D’ORS

 


 

Amandiño

 

 

Amando, Amandiño, que eras de Corredoira,
cómo vuelve esta noche, con qué mágica luz,
aquel baño silvestre, y nuestras cabriolas
desnudas por el prado salpicado de bostas,
y aquella canción tuya, amigo agreste, bucanero de siete años
-«Ay, ay, ay, bendito es el borracho»-,
bajando por las hondas carballeiras
desmedida, insistente y en pelotas.
De aquel verano todo se ha perdido
menos aquella hora
maravillosamente sediciosa.

Después
tú te quedaste por tu mundo, libre de calendarios;
yo me adentré en el olor intacto de los nuevos libros.
De ellos salía el camino que -cursos, gentes ciudades-
me ha traído hasta esto.

Y ahora que contemplo mi vida
y me vienen ganas de darle una limosna,
le pregunto a los años
qué habrá sido de ti, Amandiño, amigo de un verano;
qué habrá sido de mí.

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

 

 

 

Cae la nieve pura

para A.W. Bouis

 

Cae la nieve pura como
si resbalara por hilos.
Quisiera vivir, vivir
pero sé que no es posible.

Algunas almas se pierden
sin huella en la lejanía,
suben, suben hacia el cielo
como hace la nieve pura.

La nieve pura se disuelve…
yo también desapareceré…
No me preocupa la muerte,
nadie vive eternamente.

No creo en esos milagros.
No soy ni nieve ni estrella,
yo jamás volveré a ser
jamás, jamás, nunca más.

Y pienso yo, pecador:
¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino, ¿qué
amaste más que la vida?

Quise con mi sangre a Rusia
como el tuétano de mis huesos,
quise sus ríos creciendo
y debajo de los hielos.

Quise el humo de sus casas,
el aire de sus pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus gloriosos ancianos.

Si tuve mis contratiempos,
fue sin lamentarlos mucho.
Qué importa si viví locamente,
por Rusia fue que viví.

Dolorido de esperanzas
(lleno de oculta inquietud),
creo que tal vez un poco
también yo he ayudado a Rusia.

Aunque a mí Rusia me olvide
cuando el tiempo se devane,
el caso es que Rusia viva
para siempre, eternamente.

Cae la nieve pura, cae
como caía en los tiempos
de Pushkin, de Chejov,
como caerá cuando muera…

Cae la nieve, cae la nieve
con cegadora blancura,
borrando todas las huellas,
las que yo dejo y las otras…

Nadie vive eternamente,
pero tengo una esperanza:
si Rusia vive, es decir
que yo también viviré.



FADWA TUQAN

 

  

 

El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico…

 


El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.

El árbol ha caído…
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!

El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.

 

 

LUIS PIMENTEL

 


 

Los niños

 

 

Escondido su terror
entre los pliegues del manto
de las madres,
asusta sentir su corazón veloz
dentro de un pecho tan mísero.
¿Cómo se sostiene o defiende
tanta fragilidad?
(¡Una hoja en el viento!)

¿Recordáis, como rosas que llegan de la sombra,
esas filas de miradas de los expósitos
en domingo?

(Y no hablemos de la infancia de los príncipes).

¡Oh, las navajas siempre abiertas
para herirlos,
dentro del terror de sus sueños!
Y en los oscuros rincones
sus silenciosas lágrimas.

El niño no conoce la muerte;
pero a veces nos llega un grito
de un mundo desconocido para el hombre.

¿Y esa pregunta honda
que se para un instante en sus ojos?
¿Y esa luz penosa, dulce,
sobre una frente blanda y tierna,
de dónde viene?

Pero existen niños solitarios,
extraños niños
que conocen la muerte.

 

Versión de Miguel González Garcés.

 

NEZAHUALCÓYOTL

  


 

Percibo lo secreto



Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra.

Nadie en jade,
nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado.
Todos nos iremos
allá, de igual modo.
Nadie quedará,
conjuntamente habrá que perecer,
nosotros iremos así a su casa.

Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando
nos vamos a su casa.

Se acercó aquí.
Hace giros la tristeza
de los que en su interior viven.
Meditadlo, señores,
águilas y tigres,
aunque fuérais de jade,
aunque fuérais de oro,
también allá iréis,
al lugar de los descarnados.
Tendremos que desaparecer,
nadie habrá de quedar.

 

 

RICHARD BRAUTIGAN

 

 

 

30 centavos, dos pasajes, amor

 

 

Pensando mucho en ti
subo al autobús
y pago 30 centavos de pasaje
y le digo al chofer que es
por dos pasajes
antes de descubrir que
iba solo.

 

lunes, 9 de junio de 2025


 

MIGUEL D’ORS

 


 

Ella

 

 

Es misteriosa como el tiempo y el mercurio,
delirante y exacta, álgebra y fuego.
Cuando nadie la espera, coronada de escarcha
baja tarareando con pies maravillosos
por entre los helechos. Muchos enamorados
consagraron su vida a llamarla, elevaron
laboriosos palacios para ella
y no condescendió ni a una mirada.
No sirve para nada y son millones
los que viven por ella. Cuando piensas
que prefiere los locos y vagabundos, pasa
del brazo de un ministro o Mr. Eliot.
Es papeles manchados de tinta y es el mundo
con hogueras y robles, despedidas, los Andes,
la luna azul y Concha Valladares. Su rostro
constantemente cambia, inconstante. Y no cambia.
Bécquer la confundió con el Amor
y es una forma de no ser feliz.

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

 

  

 

Cada idioma tiene una irresistible belleza…

 


Cada idioma tiene una irresistible belleza.
Cada idioma tiene algo ofensivo,
obsceno.
Pero acariciar y bendecir es nuestra única tarea que hacemos
con cierta vergüenza.
Yo admiro la timidez
del que se sonroja pidiendo: “arrúllame”.
Para mi hijo de 15 años
no hay ni Stalin ni Beria.
Es tan ingenuo
aún cuando es un adolescente que parece un gigante.
Su cabeza de pelo revuelto está en Tulsa, Oklahoma,
y sus piernas en Siberia
como un bebé le ruega a su madre: “arrúllame mamá”.
Y cuando ella, medio dormida,
corrigiendo interminables trabajos,
muerta de cansancio,
batallando con los padres de sus estudiantes
que se disculpan de los malos trabajos de sus hijos,
ella me susurra como nuestro hijo menor: “arrúllame por favor”.
Y cuando la arrullo, yo también bastante cansado y con  poca energía,
descubro una primera cana en su pelo,
parecida a una delicada hebra que no había visto antes,
entonces recuerdo a mi propia madre
igual que un huérfano en el día de navidad,
quien ni siquiera pudo susurrar nunca al oído de su madre:
“arrúllame por favor”.
Monumento a mí

No quiero que en el futuro me erijan un monumento
si lo van a poner en una calle oscura, desierta y hedionda
en alguna parte de la Rusia inválida  del 4to Mundo,
pulverizada imperialmente primero su lado izquierdo
pero tratando de esconder su miseria con la mano derecha
en sus bolsillos llenos de agujeros
último animal domesticado  amarrado a una cuerda de piojos.

No deseo que en el futuro me erijan un monumento
aún si lo pusieran en un jardín de metales oxidados
allí donde nuestras gigantescas bananas rusas
son unos podridos y abollados misiles.

No necesito ningún monumento.
Lo único que quiero es que mi Patria regrese a mí.

 

 

FADWA TUQAN

 

 

 

El día en que conocimos la muerte y la traición…


 

El día en que conocimos la muerte y la traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el rostro,
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.

Sin ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad;
el silencio domina mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio, que transporta
el peso de la muerte y la derrota.

¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!
¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!

 

 

 

 

LUIS PIMENTEL

 

 

 

Oración a nuestros pies

 

 

¡Qué esfuerzo, Señor, para no ser cuarzo!
Olvidadas rosas de marfil que la noche pule.
¿No temblasteis de miedo al contemplarlos desnudos?
Allí la sangre es ya resplandor,
es donde la luz tiene su ultimo refugio.
Pies de Cristo en la cerrada urna del amanecer;
una lluvia de lirios lívidos sobre ellos cae.
La playa desierta guarda sus huellas,
y soportáis ese pesado fuego de la frente,
velando una modestia en la sombra.

 

Versión de Miguel González Garcés.

 

NEZAHUALCÓYOTL

 

 

 

Lo pregunto

 

 

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de verás se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.

 

RICHARD BRAUTIGAN

 

  

Agujero de estrella

 

 

Me siento aquí,
en el perfecto borde
de una estrella,

miro su luz
volcarse
hacia mí.

La luz se vierte
a través
de un pequeño agujero
en el cielo.

No soy muy feliz,
pero puedo mirar
las cosas habitar
la lejanía.

 

domingo, 8 de junio de 2025


 

MIGUEL D’ORS

 


 

Caballos en la nieve

 

 

 

Que esta página salve aquel momento:
la senda de hojarasca
que sonaba encharcada a nuestro paso
bajo la rumorosa cúpula del hayedo
{ahora aspiro ese aroma fecundo del otoño),
y el remoto fulgor de la nieve temprana:
Okolín y Sayoa. Arriba campas frías
-aquel áspero viento que llegaba de Francia-
con bordas en ruinas. Bajo el gris invernizo,
por un alto helechal con nieve polvorosa
-todo como una foto en blanco y negro-,
repentino, al trote,
unos caballos de greñudas crines.
Símbolo de otra cosa lejana (y de muy dentro)
que yo desconocía, y desconozco,
los dejo en estos versos. Aunque nunca consiga
saber qué significa un trote de caballos
sacudiendo la nieve de unos helechos negros.

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

  


 

Aún todas sus lágrimas


 

El sauce no ha llorado aún todas sus lágrimas.
A su sombra, en la orilla me quedé pensativo:
¿cómo hacer feliz a mi amada?
¿Es que acaso no pueda hacer más?

No le bastan los hijos, la abundancia,
lo poco que nos damos al cine, a los amigos.
Me necesita enteramente, sin reservas.
Mas, estoy hecho de sobras. Yo soy diamante en bruto.

Entregué mis hombros a las causas de nuestra época,
a toda su dura carga,
no dejé espacio a la ira de mi amada
y privé su llanto de mis brazos, de mi regazo.

Hoy, la amada ya no recibe flores de su hombre.
Arrugas, sí. Faenas domésticas.
El hombre engaña por placer,
la mujer traiciona por dolor.

¿Cómo puedo hacer feliz a mi amada?
¿Qué puedo ofrendarle esta noche
si la manzana que le da la vida
ya está rancia y agusanada?

¿Por qué a la bienamada se le ofende
tan sin razón como tan a menudo?
Cómo hacerla infeliz, todos sabemos.
De cómo hacerla feliz, no tenemos memoria.

 

FADWA TUQAN

 

 

 

Dolores de parto

 


El viento sopla el polen en la noche
a través de las ruinas de hogares y campos.
La tierra se estremece de amor,
con el dolor de dar a luz,
pero el conquistador nos quiere hacer creer
historias de sumisión y rendición.

¡Oh, Aurora Árabe!
Dile al usurpador de nuestra tierra
que el parto es una fuerza desconocida para él,
el dolor del cuerpo de la madre,
que la tierra cargada de cicatrices
inaugura vida
en el momento del amanecer
cuando la rosa sangrante
florece en la herida.

 

 

LUIS PIMENTEL

 

 

  

El amigo

 

 

Era yo el único,
el escogido entre todos,
que sabia que ibas a morir.
Esquivabas mis miradas,
que angustiosamente sorprendías.
Los dos estábamos en el secreto.
Yo oía el rumor de la muerte
que lentamente trabajaba dentro de ti,
cuando guardabas silencio en aquellas
tertulias inolvidables.
Procurábamos siempre
no quedar solos jamás.
Me ocultabas tus manos
con una angustiosa torpeza:
quizá creyeses que era allí
donde yo leía tu muerte.
Y no era en tus manos
ni en tu frente ni en tus ojos
ni en tu nuca,
que es por donde la muerte
nos empuja suavemente.
Yo no podía saber cómo había llegado
esta noticia a mi alma…
Una tarde lenta de provincias,
te vi mas solitario que nadie.
En torno tuyo, se hizo
como una niebla de ausencia,
como un purísimo silencio de estrellas.

Por todo esto sabía
que me odiabas y me amabas.
Pero, cuando llegó aquella
hora única y solitaria
me llamaste.

 

Versión de Miguel González Garcés.

 

 

NEZAHUALCÓYOTL

 

 

 

Lo comprende mi corazón

 

 

Por fin lo comprende mi corazón:
escucho un canto,
contemplo una flor:
¡Ojalá no se marchiten!

 

 

RICHARD BRAUTIGAN

 

  

 

Soneto

 

 

El mar
es un viejo poeta de la naturaleza
que murió de un ataque al corazón
dentro de una letrina pública.
Su fantasma aún
asecha los urinarios.
De noche se le puede
escuchar caminar
descalzo
en la oscuridad.
Alguien robó
sus zapatos.

sábado, 7 de junio de 2025


 

ADAM ZAGAJEWSKI

 


 

A mí mismo en mis memorias

 

 

Fluye, fluye, nube gris,
se abre la flor de la peonía,
nada te une ya a esta tierra,
nada te une ya a este cielo.

Delira en la canícula el jardín,
un gato da bostezos en el porche.
Caminas por la calle de los tilos
en flor, de qué ciudad, lo ignoras,

en qué país, no lo recuerdas.
Brillan livianos los estorninos,
la noche se aproxima suavemente,
juegan al escondite los capullos de las rosas.

Eres tan sólo un sueño, una imagen,
sólo un anhelo eres.
Cuando te vayas, como las nubes,
se teñirá de bronce tu recuerdo.

Y rondarás los ríos
y las sombras de los árboles,
pero naufragarás en la tierra, en la tierra, en la tierra.

 

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

EUGEN JEBELEANU

 


 

La voz de una mujer

 

 

Devolvedme mi niño
-nada quiero saber-
aunque tenga
la cara
de un monstruo,
no importa cómo sea,
devolvedme mi niño
no importa cómo,
y si no puede ser para toda la vida
(para esta vida miserable
y tan breve, aún si tuviera un siglo)
al menos por un día.,
un día sólo,
hasta el preciso instante
en que venga hacia mí,
como él venía,
ciegamente, los brazos extendidos,
con los pétalos pálidos de sus dedos.

Devolvedme mi niño
aunque tenga
la cara de monstruo:
iré a su encuentro
y me sonreirá…
él me sonreirá…
aunque tenga la cara de monstruo,
me sonreirá,
y yo le abriré la puerta,
aunque tenga la cara
no importa cómo…

Devolvedme mi niño,
devolvedme mi niño no importa cómo,
pero no ceniza,
devolvedme mi niño no importa cómo,
pero nunca arena…

Sé muy bien que sería posible
que mudaran su rostro,
pero cuando llore
lo reconocería,
y para que no llore más
apagaré la luna
(un rostro entre lo oscuro no se ve),
y si él sonríe,
a la menor sonrisa,
entonces,
mudaré todas mis lágrimas
en cielo estrellado…
Mas no me devolváis el cielo sin él,
el cielo azul de acero sin piedad,
no, no me lo devolváis…

Devolvedme mi niño …
Privadas de él, las estrellas son arena,
privadas de él, las estrellas son cenizas:
un manojo engañador que se escurre
absurdamente
al correr de los tiempos
de la alforja deshilachada de la noche…

Devolvedme mi niño,
devolvedme mi niño no importa cómo,
devolvedme mi niño,
aunque sea cualquiera su cara…

También en el armario
sus ropitas esperan…

y ya muy pronto le serán pequeñas…

 

Versión de Manuel Serrano Pérez