"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 29 de diciembre de 2021
LEWIS CARROLL
UNA
CANCIÓN DE AMOR
(fragmento)
Dime,
¿cuál es el hechizo, cuando sus polluelos pían,
que atrae al pájaro de vuelta al nido?
¿O despierta a la madre cansada, cuando su niño llora,
para acunarlo y cantarle hasta dormirlo?
¿Qué magia cautiva al feliz bebé en sus brazos
hasta arrullarse con la voz de la paloma? Es un secreto, así que digámoslo en
voz baja
¡Y el nombre del secreto es Amor!
Creo que es Amor, Siento que es Amor, ¡Sé que no es nada más que Amor!
Dime, ¿de dónde sale la voz que, cuando la ira abrasa,
ordena al ojo del huracán cesar? ¿Que mueve al alma enojada con un dolor —un
anhelo
del fraterno apretón de manos de la paz?
¿De dónde la música que llena nuestro ser
—que se conmueve
a nuestro alrededor, debajo y encima? Es un secreto: nadie sabe cómo viene ni
cómo se va—
¡Pero el nombre del secreto es Amor! Creo que es Amor, Siento que es Amor, ¡Sé
que no es nada más que Amor!
Nota:
Lewis Carrol, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson
ERNEST DOWSON
Una
última palabra
Vayamos
entonces: la noche está a nuestro alcance;
El día yace exhausto, todas las aves han volado;
Y nosotros hemos cosechado la siembra de los dioses;
Muerte y desesperación, honda oscuridad sobre la tierra
Jóvenes como el búho, no podemos comprender
Ni el llanto ni la risa, pues sólo conocemos la vanidad:
Que ha impulsado nuestra perversa desolación.
Vayamos
entonces: hacia un ignoto sitio, extraño y frío;
A las Tierras Vacías, donde los justos e injustos
Encuentran su fin, donde descansan los viejos;
Liberados del amor, del miedo y la lujuria.
Unamos las manos desgarradas, roguemos al suelo que rodee
Nuestros corazones enfermos y los disuelva en polvo.
CHARLOTTE MEW
La llamada
Desde
nuestro asiento junto al fuego
donde hemos dormitado, soñado, observado el resplandor
o amontonado las cenizas, tan quietos que
apenas intuíamos el sol o la lluvia,
allí arriba, brillando mucho más alto
que este fuego nuestro, silencioso y casi apagado.
La pasada noche escuchamos una llamada,
y unos golpecitos en el cristal de la ventana,
y una voz aguda en el aire,
y sentí un aliento que nos revolvía los cabellos,
y una llama en nuestro interior: algo veloz y sutil,
que nos estremeció por dentro y por fuera: eso fue todo.
¿Era un ángel brillante, un ángel oscuro? Quién puede saberlo
si no dejó ninguna marca en la nieve,
pero la cadena se rompió de repente,
y la puerta se abrió de par en par,
y supimos que no volvería a cerrarse,
y que no podíamos seguir aquí sentados.
Debemos levantarnos e irnos:
el mundo está frío y vacío,
y oscuro y envuelto
de misterio, de enemistades y dudas;
pero debemos acudir
aunque todavía no sepamos
quién nos llama, ni qué marcas dejaremos en la nieve.
GEORGE ELIOT
Oh,
si pudiera unirme al coro invisible
Longum illud tempus,
quum non ero,
magis me movet, quam hoc exigum
Cicerón, Epistulae ad
Atticum
Oh,
si pudiera unirme al coro invisible
de los muertos inmortales que reviven
en mentes inspiradas por su presencia; vivir
en pulsos animados por la generosidad,
entre gestos de osada rectitud, en el desprecio
de tanto propósito miserable que se agota en sí mismo,
en sublimes pensamientos que penetran la noche como estrellas,
y cuya leve presencia incita a los hombres a buscar
ocupaciones más amplias.
Vivir
así es vivir en el cielo:
componer música imperecedera en el mundo,
respirar un orden hermoso que dirige
con una influencia creciente la vida del hombre.
Heredaremos esta dulce pureza
por la que luchamos, perdimos y agonizamos,
con una nostalgia tan espesa que engendra la desesperación.
La carne subyugada no aceptará su sumisión,
igual que un padre vicioso avergüenza a su hijo,
tristes penitencias ansiosas, sus efectos se disipan enseguida;
sus desacuerdos se apagarán cuando descubran las armonías,
agonizarán en el aire espacioso y caritativo,
y lo más raro, mejor, y más verdadero de nuestro ser,
el que sollozaba su angustia en una canción religiosa,
siempre atento para aliviar la carga del mundo,
trazando laboriosamente el surco de lo correcto,
convencido de que todo puede mejorar; verá
una imagen más digna para el santuario,
y la formará delante de la multitud,
divinamente humano, elevando la veneración
a una reverencia superior y mejor mezclada con el amor.
Ese ser mejorado vivirá hasta que el tiempo humano
cierre sus párpados y el cielo humano se repliegue
como un pergamino no leído dentro de la tumba
para siempre.
Esta
es la vida que vendrá.
¿Qué mártires nos han proporcionado más gloria
a los que nos esforzamos por continuar adelante?
Puedo alcanzar el cielo más puro, ser para los otros
la copa de fuerza que se alivia una gran agonía,
que enciende un ardor generosa, alimenta el amor puro,
engendra sonrisas sin una sombra de crueldad,
se convierte en la dulce presencia de un bien difuso,
¡y su difusión es cada vez más intensa!
Entonces me uniré al coro invisible
cuya música es la alegría del mundo.
Nota: George Eliot, seudónimo de Mary Ann Evans
THOMAS HARDY
Hombre
muerto caminando
Como
a un viviente ellos me saludan
¿mas no saben acaso
que he muerto de años tan tardíos,
aunque insepulto?
No
soy aquí sino una sombra inmóvil
mohosa forma ya sin pulso, pálida
fotografía del pasado, proyectando
cenizas frías que se alejan.
Ni
en la advertencia de un minuto,
ni en el barullo de una hora,
cesaron para mí los hechizos del Tiempo
en el salón o en la alcoba.
Trágico
tránsito no hubo,
ni suspensión del hálito,
cuando las estaciones silenciosas
con tiento me acercaban a esta muerte.
Trovadoresco
joven, deambulaba,
tañendo esta lira que es la Vida,
y el incesante son del existir
rabiando en mí como una hoguera.
Mas
cuando yo aguzaba el ojo
sobre las ambiciones de los hombres,
me congelaba, y perecía entonces
un poco más.
Cuando
a través de la Postrera Puerta
cruzaron mis amigos, familiares,
dejándome aquí tan desolado
morí incluso más.
Y
cuando la que es dueña de mi Amor
por mí su odio despertó,
no supe ya entonces si morí
un grado más aún.
Y si
completamente he muerto, cuándo,
decir no lo podría,
y si he mutado en este cuerpo inerte
que soy hoy día.
Si
así esto fuera, y pese a que
paso las horas de algún modo
en charlas, caminatas y sonrisas
no vivo ya jamás.
ANNE BRONTË
Noche
Amo
la silenciosa hora de la noche,
cuando pueden surgir sueños maravillosos,
que revelan a mi vista hechizada
lo que mis ojos despiertos no pueden consagrar.
Entonces
hallo en mi oído voces
que años atrás silenció la muerte,
y la esperanza y el éxtasis pueden manifestarse
en el sitio de la soledad y las aflicciones.
Lleva
años fría en la tumba
la forma que alegraba mis ojos,
solo los sueños pueden regresar
al viejo amor de mi corazón.
