miércoles, 11 de junio de 2025


 

MIGUEL D’ORS

 


 

Calendario perpetuo

 

 

El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez -o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.

 

YEVGUENI YEVTUSHENKO

 

 

 

Caminando sobre el tejado

 


¿Cómo pude sobrevivir durante el tiempo de Stalin?
Es que una vez muy contento salí disparado
de una ventana del noveno piso
donde con mucho orgullo caminé sobre el tejado
guiado por no sé quién
y llevando en mi mano un vaso de vodka.

Caminaba sobre el techo sonriendo,
me miraban desde abajo asustadas mujeres viejas,
alguna gente rara y gatos envidiosos.
Yo era absolutamente desconocido
y afortunadamente todavía no era un icono.

Dos camaradas borrachos,
manteniéndose sobrios, celosos,
miraban desde la ventana
cómo yo -sorpresivamente- podía
caminar contra todas las reglas
aunque ignorándolas todas
no
pudiera
caerme.

En aquel 1950, bajo el oscuro bigote de Stalin,
nosotros, una generación a la que le lavaron el cerebro
desde el kindergarten,
teníamos la obsesión de subirnos a los tejados,
la obsesión de escalar cualquier cosa que fuera elevada,
pero nunca la obsesión de escalar las alturas del poder.

Jugábamos a hacer el amor en los áticos
aprendimos a besar por un rublo
admirábamos en La Plaza Roja
las alegres muchedumbres con flores y carteles
mirándolas desde nuestros tejados;
mi tejado era mucho más alto que aquel majestuoso mausoleo
donde Stalin, sin ser visto en ese momento,
protegido por los grandes hombros de su guardia personal,
meaba en un balde de lata
(todo eso era perfectamente visible desde nuestro tejado)
¡Qué perspectiva! ¡Qué afortunados!

Aquel tejado estaba muy cerca
de los tejados de Roma y de Paris
y después de algunos años irrumpimos por La Cortina de Hierro.
Nosotros, los hijos de los Tejados de Metal.

En ese extraño comunismo
de vida militarmente organizada
caminábamos sonriendo sin miedo.
¿Pero qué pasa si hoy día, vendiendo conciencias
por una vida mucho más confortable,
caemos en un capitalismo militar?
¿Qué pasa si quedamos atascados en una sórdida farsa?
Quebraré mi ventana -y aún a través de los barrotes-
saltaré fuera de mi propio retrato
¡rompiendo en pedazos el marco y el vidrio!
Ni siquiera en la muerte confiaré en ningún “ismo”,
yo, otra vez joven y siempre libre,
arriesgando la vida, sonriente y fuerte,
volveré a caminar por el tejado,
o de lo contrario, no soy un poeta.

 

 

FADWA TUQAN

 

 

  

El diluvio y el árbol

 


El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.

El árbol ha caído…
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!

El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.

 

 

LUIS PIMENTEL

 


La poesía es el gran milagro del mundo

 

 

Te enseñaré sin gritos.
El poeta es un maestro sin ira.
Te llevaré a mi reino,
donde te aguarda
la bandera de la esperanza.
No te mostraré aquélla
triste, abatida sobre el mástil,
solitaria bajo una lluvia cenicienta.
Estoy arrepentido de pensar
que el más zafio y bruto de los hombres
no pueda descalzarse
para entrar en nuestro reino.
(¡La poesía es el gran milagro del mundo!)
Yo haré que veas a través de tus manos toscas
la luz de tu sangre.
Puliremos tu frente de cuarzo
hasta hacerla casi luna.
No te haré levantar pesadas piedras
ni subir al monte más alto,
donde está clavada
la bandera de mi verso,
ni sostener con tus hombros las noches.
Todo esto lo ha hecho ya el poeta
por ti, para ti y para el mundo.
Te prometo que quedarás absorto,
mirando a las estrellas.
Llegará tu rudo sentido del tacto
a conocer las rosas invisibles en la noche.
Oirás el rumor de tu propia sangre
y el silencio que todos llevamos
cuando digas:
los senos de mi amada…
Quedarás deslumbrado por su luz,
bajo la sombra verde en el bosque.
(¡La poesía es el gran milagro del mundo!)
Haremos música de tu vocerío.
Aquí estamos con tu lenguaje vulgar.
Nombrarás cualquier cosa
–árbol, caballo, piedra…–
y los verás nacer con su vida más íntima,
con sus contornos más puros.
Mira esa hormiga,
ese trocito de polvo oscuro…
¿Qué delicados dedos de alfarero
pudieron modelar tan diminuto corazón,
que late ahora bajo los altos árboles?
¿No percibes que se ha movido el silencio?
Es esa ave nocturna
que ha cruzado el bosque:
dulces, sordas plumas,
abanico de la noche.

 

Versión de Miguel González Garcés.

 

NEZAHUALCÓYOTL

 

 


 

Un recuerdo que dejo

 

  

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos

 

RICHARD BRAUTIGAN

 

 

 

Cat

 

 

Una tarde soleada después de hacer el amor, estábamos recostados
y decidimos que el nombre de nuestra primera hija sería Cat, así la hubiéramos
llamado; pero ahora que dejamos para siempre de
hacer el amor y que no tendremos esa niña, o cualquier
otro hijo, yo me condené a ser el poeta
en tus sueños que cae a plomo como lluvia vespertina.