viernes, 29 de octubre de 2021

MARÍA MARTÍNEZ BAUTISTA

 

 

 

La siesta de los padres

 


Los niños necesitan la siesta de sus padres.

Empieza todo

en las tardes oscuras de mi casa en invierno.

Sólo estamos yo y yo

y yo contra mí misma.

Los juegos han cambiado de repente.

Yo decido quién vive,

qué rito corresponde a un juguete difunto.

Soy toda la memoria de los que nunca fueron.

Pero a mí, que sí soy, a mí que empiezo

a vivir y a temer,

¿quién me recordará si dejo el mundo?

¿Y si nunca regresan del misterio del sueño

quienes deben cuidarme?

Por las persianas

alzadas de mi cuarto

se ha colado la noche.

 

Son muy distintas

las siestas luminosas del verano.

En cada cuarto laten los cuerpos destapados,

vencidos por el sol, de mi familia.

En el jardín ardiente

sólo estamos yo y yo.

La vida pasa como los caballos

cansados por mis venas. Nunca han sido tan ciertos

el espacio que lleno con mi sombra

ni el peso irrepetible que le pongo a la tierra.

 

 

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