sábado, 6 de diciembre de 2025

OPHIR ALVIÁREZ

 


 

Rojo prodigio

 

Día largo, calle, amigos empeñados en memorias, acechanza del pasado, visos de páginas, eco, arritmias, insomnio. Es tarde, pesan los ojos y los años, pasan los días, pisan y como en ese verso de Lezama, paso es el paso del mulo en el abismo. Ganas, ganas de ganas entonces el miedo y recurrencia. Miro el teléfono, imagino la noche azteca, la escocesa, la oriental, me enrollo en un colchón en el que alguien durmió, ayer. Dónde ayer mientras me hice de humo, dónde. Debo seguir y el debo y el tengo son piedras en los zapatos, pican poemas, pico aquí, hondo. Qué hacer con los abismos, dónde una caja de besos, full, dónde yo cuando las manzanas parecen guayabas y los gatos se vuelven mapaches. Regresar con un nombre, regresar con el mismo nombre, abrir la puerta, escuchar las paredes, arrancarse la piel, detenerse en los pedazos; tornar al balcón, develar soldados en las luces, el pre y el post que voy siendo, dónde; dónde y una voz me remite a las orillas, rapada. Sexto piso, octavo piso, terraza, cuarto antiguo en un hotel antiguo, cortinas rojas, puerta roja, el rojo es un color que no aprendí en la escuela; qué pasó con la escuela, con la misión, sumisión, por qué escribo en los márgenes, por qué de atrás y no adelante, por qué los hombros si el yunque y hay flores y vino. La pantalla roja de la lámpara es reflejo, pero qué me hago en la vigilia y los ronquidos, anónima, a dónde voy mientras la cama es luz y es medianoche. Ayer un niño me increpó y una niña que podía ser yo habitaba una botella: a los nueve uno no debería pender de una botella, a los cuarenta uno no debería salir de una botella, pero hay dos manos y caricias, welcome.
 
 

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