Rojo
prodigio
Día
largo, calle, amigos empeñados en memorias, acechanza del pasado, visos de
páginas, eco, arritmias, insomnio. Es tarde, pesan los ojos y los años, pasan
los días, pisan y como en ese verso de Lezama, paso es el paso del mulo en el
abismo. Ganas, ganas de ganas entonces el miedo y recurrencia. Miro el
teléfono, imagino la noche azteca, la escocesa, la oriental, me enrollo en un
colchón en el que alguien durmió, ayer. Dónde ayer mientras me hice de humo,
dónde. Debo seguir y el debo y el tengo son piedras en los zapatos, pican
poemas, pico aquí, hondo. Qué hacer con los abismos, dónde una caja de besos,
full, dónde yo cuando las manzanas parecen guayabas y los gatos se vuelven
mapaches. Regresar con un nombre, regresar con el mismo nombre, abrir la puerta,
escuchar las paredes, arrancarse la piel, detenerse en los pedazos; tornar al
balcón, develar soldados en las luces, el pre y el post que voy siendo, dónde;
dónde y una voz me remite a las orillas, rapada. Sexto piso, octavo piso,
terraza, cuarto antiguo en un hotel antiguo, cortinas rojas, puerta roja, el
rojo es un color que no aprendí en la escuela; qué pasó con la escuela, con la
misión, sumisión, por qué escribo en los márgenes, por qué de atrás y no
adelante, por qué los hombros si el yunque y hay flores y vino. La pantalla
roja de la lámpara es reflejo, pero qué me hago en la vigilia y los ronquidos,
anónima, a dónde voy mientras la cama es luz y es medianoche. Ayer un niño me
increpó y una niña que podía ser yo habitaba una botella: a los nueve uno no
debería pender de una botella, a los cuarenta uno no debería salir de una
botella, pero hay dos manos y caricias, welcome.
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