Luna
Todo
lo que el pastor le dijo al monte
y el río a los árboles.
Todo lo que la gente dijo y no dijo
en las pistas de bailes y batallas.
Te lo dije.
Sobre la niña que canta en la ventana
y la grava que se rompe bajo las ruedas del tren
y el cementerio que ha dormido feliz durante siglos
te conté.
La flor de mi cuerpo, cada mañana,
la recojo y tírala a la calle.
Que los líderes, los sabios y los ladrones la pisotean…
Y la flor de mi cuerpo, cada tarde
reúno sus pétalos desmenuzados y la recojo para ti.
Y contar todo lo que me pasó.
Una vez, a tu lado, me senté y lloré.
Mi corazón era un campo de arroz en llamas
y mis dedos colgándose como lenguas de perro en el verano.
Quería expresarme con movimientos:
romper una taza,
abrir una ventana
dormir…
Pero no pude.
¿De qué estoy hablando veintiséis años después?
¿O después de veintiséis tiros al vacío?
Estoy cansado de hablar, del trabajo y las deudas,
pero nunca me canso de la libertad.
Y aquí estoy, soñando con una cosa o tal vez un poco más:
que la palabra se vuelva pan y uvas,
un pájaro o una cama
y que coloque mi brazo izquierdo alrededor de tu hombro
y la derecha alrededor del hombro de la luna.
Y decirle a la luna:
tómanos una foto.
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