Clase
Mi
maestro puntual cada mañana
llega
en silencio hasta la misma esquina:
la
baldosa dorada que ilumina
el
rayo que atraviesa la ventana.
No
se apura ni espera, no se afana
ni
aspira a nada más; solo camina
hacia
la lenta luz de su rutina
con
sigilosa calma cotidiana.
Tumbado
al sol sobre el suelo caliente
se
lame la entrepierna con destreza,
se
despereza demoradamente,
apoya
entre sus patas la cabeza
y
desde el centro exacto del presente
contempla
a su discípulo y bosteza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario