sábado, 22 de octubre de 2022

JOSÉ MIGUEL VICUÑA

 

  

Valparaíso



En ti espera caminos venturosos
ansiosa el alma de emigrar un día,
y se queda en tus humos laterales
con su visión de espejos detenida.
En tu jardín de tráficos y redes
mi corazón vacila ante los mares,
y los mares me aguardan y me asilan,
y un enjambre dormido me retiene.
La actividad oscura de tus máquinas
deja un lamento gris en las paredes.
Los faroles del puerto y las estrellas
en el mar prisionero columpian sus imágenes.
En la noche tu cauce multiforme
hace alardes febriles.
Tanta vida bullente acaso ignore
que vigilas el mundo como un ciego.
Tú pretendes, vecino del espacio,
domeñar las corrientes profundas del océano.
En el cerro crepita el viento peregrino
(mi ambición se acrecienta):
viento del mar, acaso, con lámparas marinas.
¡Olas salobres, llenas de leyendas antiguas!
En mi sangre se yerguen los vinos inmortales. . .
No obstante, permanezco.
(¡A los barcos sedientos
no solamente el ancla los detiene!)

 

 

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