V
Hay ruidos de pies descalzos en los umbrales de las puertas. La tierra incita
al polvo a profanar la inusual ternura del piso segmentado. Hay ruidos,
también, de pies que, en tiempos mejores, una vez estuvieron bien calzados.
Cuelgan boca abajo los recuerdos pendientes de trenzas y la brisa los mueve al
penetrar silenciosamente por las ventanas que se abren a los misterios mayores.
De manera permanente, los gruesos paredones persiguen la albura donde proyectan
sucesos remotos para regocijo de mis ojos que ya todo lo esperan.
Los sueños no pueden irse cuando quieren. Bueno resulta mostrar un poder que se
esconda en cada esquina, pero los mensajes que con constancia envía la casa
deben ser llevados a feliz término.
(Un gallo llega a la casa y las mañanas cacarean al divisar los blancos huevos
que ruedan gozosos sobre la hojarasca).
De: “La casa que me habita”
No hay comentarios:
Publicar un comentario