Capillas
de ocio
Nos gusta
la ficción,
las historias imperfectas de sus capillas.
Ofrendamos
el caos
en los tonos desérticos del tiempo.
Provocamos la excitación de los mares.
Bebemos
la suerte a boca de jarro,
mientras los olores de pimienta y sexo
nos devuelven la esperanza.
Pero, ¡qué va!, somos los mismos pendejos
queriendo transformar el rumbo de la suerte:
bailamos, comemos, vivimos el libertinaje
y morimos sobre la misma mesa.
La calle nos arroja sus bocinas.
Pasó
de moda recoger el viento en los cuencos budistas;
nos arrechamos en serio.
Transitamos
el amor jugando a la rayuela,
protestamos el hambre desnudos,
sin aceros en la lengua,
sin vendas en la herida.
Volvamos
a cultivar
las armas de reproducción masiva
y que nos alumbren los dioses del perdón.
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