sábado, 18 de octubre de 2025

ALFRED M. WORDEN

 

  

Silenciosamente como un ave nocturna

 


Silenciosamente,

como un ave nocturna,

flotando,

elevándonos,

sin alas.

Nos deslizamos de orilla a orilla,

curvándonos y cayendo,

pero sin llegar a tocarnos;

la Tierra:

un recuerdo lejano visto en un instante de reposo,

en forma de medialuna,

etéreo,

hermoso,

me pregunto qué parte es mi hogar,

pero sé que no importa...

el vínculo está ahí,

en mi mente y mi memoria;

la Tierra:

un pequeño globo burbujeante

que flota delicadamente en la nada del espacio.

Allá abajo discutimos sobre raza,

la ideología y otras trivialidades.

Soy parte de ello.

Y, sin embargo, me siento al margen.

Desde aquí, todos parecen encapsulados en una prisión, donde

importantes filosofías pasan desapercibidas,

mientras las guerras rugen.

¿Puede el hombre mirar más allá de su estrecha ventana, la vida?

Desde aquí,

nunca ha parecido más claro...

no podemos escapar de ese orbe envuelto en una nube.

Unámonos, ayúdense, abracen a sus semejantes;

no hay otra forma de sobrevivir...

Al instante y sin previo aviso, el sol se apaga

y estoy en la oscuridad.

Miro hacia abajo, hacia Arislarco y Príncipe.

¿Qué luz terrenal los hace brillar y acercarse

desde el vacío?

Luminiscentes, marchan hacia mí, girando y girando.

Luego, deslizándose sin esfuerzo, asombrado y astuto.

¡Qué maravilla que la humanidad esté aquí!

¡Qué increíble concepción y ejecución!

La maravilla técnica de una época y la pobreza,

madres necesitadas, Vietnam, ¿desesperanza?

Quizás el hombre se inspira para tender la mano de esta manera

para no verse atrapado en su propio barro.

La luz de la tierra aún brilla sobre mí, tan lejos.

¿De verdad regresaré?

¿Sobrevivirá esta fría caja mecánica?

La oscuridad total envuelve mi cuerpo y también mi alma;

el siguiente paso es allá afuera.

Allá afuera brillan las estrellas,

fragmentos de luz... un patrón,

tanta brillantez que me siento honrado.

Ahora la luz está suspendida entre las tinieblas

que se extienden de un lado a otro como olas ondulantes,

casi revoloteando.

Me deslizo hacia arriba, sobre las olas de la luna oceánica.

Ella se mueve eternamente, fuera de mi alcance,

y yo sigo navegando, sin tocarla jamás,

solo observando y deseando saber.

Ahora la luz es cegadora, enorme, llena mi mente y detiene todo pensamiento.

Ahora puedo ver adónde voy

y estoy impaciente por llegar.

¿Qué veré?

¿Las heridas de la lucha eterna,

la angustia del enfriamiento y la petrificación,

las punzadas de una infinidad de colisiones?

¿Ninguna señal de sanación, ni de amor,

ni de cuidado, ni de compasión?

No ha sanado.

Todas las cicatrices están ahí, desde el nacimiento.

Pobre dama de la noche.

Pero la amamos y ella lo sabe muy bien, pues

ha sido fiel todos estos años.

¿Y qué hay de las cicatrices en el planeta Tierra?

¿Curará sus heridas, amará a sus amigos,

tendrá compasión por los heridos y enfermos?

¿O terminará como la vieja luna sin vida, girando

lentamente, colgando desnuda en el cielo?

La vida es demasiado preciosa para dejar que las ideas egocéntricas la apaguen.

La luna debe enseñarnos...

No solo de edad y geología, planetas y rompecabezas solares,

sino de vida,

si no, terminaríamos como ella.

 

Versión de Julián Axat

De: “Hello Earth, Greetings from Endeavour”

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario