Silenciosamente
como un ave nocturna
Silenciosamente,
como
un ave nocturna,
flotando,
elevándonos,
sin
alas.
Nos
deslizamos de orilla a orilla,
curvándonos
y cayendo,
pero
sin llegar a tocarnos;
la
Tierra:
un
recuerdo lejano visto en un instante de reposo,
en
forma de medialuna,
etéreo,
hermoso,
me
pregunto qué parte es mi hogar,
pero
sé que no importa...
el
vínculo está ahí,
en
mi mente y mi memoria;
la
Tierra:
un
pequeño globo burbujeante
que
flota delicadamente en la nada del espacio.
Allá
abajo discutimos sobre raza,
la
ideología y otras trivialidades.
Soy
parte de ello.
Y,
sin embargo, me siento al margen.
Desde
aquí, todos parecen encapsulados en una prisión, donde
importantes
filosofías pasan desapercibidas,
mientras
las guerras rugen.
¿Puede
el hombre mirar más allá de su estrecha ventana, la vida?
Desde
aquí,
nunca
ha parecido más claro...
no
podemos escapar de ese orbe envuelto en una nube.
Unámonos,
ayúdense, abracen a sus semejantes;
no
hay otra forma de sobrevivir...
Al
instante y sin previo aviso, el sol se apaga
y
estoy en la oscuridad.
Miro
hacia abajo, hacia Arislarco y Príncipe.
¿Qué
luz terrenal los hace brillar y acercarse
desde
el vacío?
Luminiscentes,
marchan hacia mí, girando y girando.
Luego,
deslizándose sin esfuerzo, asombrado y astuto.
¡Qué
maravilla que la humanidad esté aquí!
¡Qué
increíble concepción y ejecución!
La
maravilla técnica de una época y la pobreza,
madres
necesitadas, Vietnam, ¿desesperanza?
Quizás
el hombre se inspira para tender la mano de esta manera
para
no verse atrapado en su propio barro.
La
luz de la tierra aún brilla sobre mí, tan lejos.
¿De
verdad regresaré?
¿Sobrevivirá
esta fría caja mecánica?
La
oscuridad total envuelve mi cuerpo y también mi alma;
el
siguiente paso es allá afuera.
Allá
afuera brillan las estrellas,
fragmentos
de luz... un patrón,
tanta
brillantez que me siento honrado.
Ahora
la luz está suspendida entre las tinieblas
que
se extienden de un lado a otro como olas ondulantes,
casi
revoloteando.
Me
deslizo hacia arriba, sobre las olas de la luna oceánica.
Ella
se mueve eternamente, fuera de mi alcance,
y yo
sigo navegando, sin tocarla jamás,
solo
observando y deseando saber.
Ahora
la luz es cegadora, enorme, llena mi mente y detiene todo pensamiento.
Ahora
puedo ver adónde voy
y
estoy impaciente por llegar.
¿Qué
veré?
¿Las
heridas de la lucha eterna,
la
angustia del enfriamiento y la petrificación,
las
punzadas de una infinidad de colisiones?
¿Ninguna
señal de sanación, ni de amor,
ni
de cuidado, ni de compasión?
No
ha sanado.
Todas
las cicatrices están ahí, desde el nacimiento.
Pobre
dama de la noche.
Pero
la amamos y ella lo sabe muy bien, pues
ha
sido fiel todos estos años.
¿Y
qué hay de las cicatrices en el planeta Tierra?
¿Curará
sus heridas, amará a sus amigos,
tendrá
compasión por los heridos y enfermos?
¿O
terminará como la vieja luna sin vida, girando
lentamente,
colgando desnuda en el cielo?
La
vida es demasiado preciosa para dejar que las ideas egocéntricas la apaguen.
La
luna debe enseñarnos...
No
solo de edad y geología, planetas y rompecabezas solares,
sino
de vida,
si
no, terminaríamos como ella.
Versión de Julián Axat
De: “Hello Earth, Greetings from Endeavour”
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