Estudio
del ángelus marino
Permíteme
esperarte, que llevo horas,
que
llevo soportando la mañana
y tu
anillo me pesa demasiado,
permíteme
quejarme ―y ya no puedo―
permite
que te busque hasta en las aves:
Por
hoy no puedo ser correcto,
quisiera
dibujarte con gaviotas
tus
cejas, ojos, labios, con gaviotas;
y
ese vaporoso pecho
ese
sutil almidonado pecho
(apenas
musitado por las nubes)
quisiera
devorarlo a pinceladas.
Y
ahora que lo pienso ya no vengas
que
busco colorearte como anhelo
—y
voy muy bien en tu retrato—:
Aspiro
el horizonte de tu vientre,
el
modo en que destila
el
agua entre tus muslos,
adoro
el encaje de tus piernas
—y
la forma en que cambia con las olas—,
adoro
imaginar que luego, al final
se
podrían trazar tus huellas en la arena,
podrían
no sé, calcarse con las mías.
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