Una
luz
de ausencia susurra aún
en
el pinar de mis catorce años,
los
árboles cantan, me llaman
desde
un tapiz color de llama,
las
piedras, las esporas venenosas,
eran
forma atrapada en movimiento.
Pero
los árboles aún cantan,
cantan
aún en mis palabras
cuando
en ellas busco la arboleda primera,
la
casa transparente
que
va conmigo a todos los jardines:
la
mano de la higuera de mi padre,
el
ciprés ebrio de mi hermano
y mi
madre que corre aún entre sus raíces como agua.
De: “Existe
algún lugar en donde nadie”
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