XLIV
Estoy
en donde el mundo cruza sus dos caminos.
En
donde la nostalgia
hace el recuento de las aventuras,
lustra los cobres viejos
y revive el sonido de pisadas ausentes.
Por
aquí anduvo un ángel.
Se
recuerda
el aire que dejaba circulando
como una cauda de su vuelo.
Se
recuerda el perfume
que hacía palpitar entre las rosas,
y la inocencia simple de las enredaderas
dando su flor azul, cuando él cruzaba.
Por
aquí anduvo el sueño.
Nutrido
de figuras transparentes,
jugando a los fantasmas
con un niño a la sombra del asombro,
y construyendo mitos imborrables
con el rumor del agua.
Se
recuerdan
la charla vespertina de las hojas,
los grandes animales y los rostros
que se desvanecían en las nubes.
Por
aquí anduvo el ansia.
Tenso
el arco.
Lista
la flecha.
Y
sin saber adónde
disparar el prodigio de su impulso.
Se
recuerdan
sus pupilas de azoro
y la voz temblorosa
como un río sonoro de preguntas.
Por
aquí anduvo el mito.
Se
recuerdan
sus pasos
y su mutable condición de ensueño,
y su menuda luz,
que ardía
como la rosa del amor
en las manos del viento.
Se
recuerda
su lenta
fragancia entre los parques y las horas,
su deleitosa forma iluminada
por el cambio constante.
¡Todo
el deslumbramiento!
¡Danza
de dioses bajo el sol preciso!
Y
sin embargo, amor, nada era cierto.
Nada
era tan verdad como este cruce
en donde estamos hoy,
temblando sin pasado y sin futuro,
unidos por la fuerza del instante,
ya no fugaz,
ya para siempre alzado
en la mitad del mundo,
junto al ángel,
a la vera del sueño, sobre el ansia,
y más allá del inasible mito.
De:
“Sólo la voz”
No hay comentarios:
Publicar un comentario