cantata del viudo
Enviuda
el ojo que no ve,
el
hueso partido.
Un
cuerpo inerte y otro, a su lado.
Tiene
la caja
sin
ruido.
Vino
el dolor meritorio,
murmura
el fantasma del camarada muerto.
Antes
su cuerpo no tenía fin,
y
ahora está vacío,
y
ahora está aquejado.
Extranjero
de sí,
hunde
su perfil en su carne.
Pero
vimos sobre millares de lucernas
un
sol que a todas encendía,
el
cielo tachonado de misiles,
la
sirena atronadora de la noche.
Los
cuerpos perdieron su rutina
de
amor, su trabajo en el día.
Mastican
por nosotros
la
estopa y el tabaco mojado.
Un
cuerpo anidaba otro cuerpo,
y
ahora sólo se lame a sí mismo,
atiende
a zumbidos de hélice, la sombra
estrecha
del tedio.
De: “Las naciones hechizadas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario