jueves, 5 de agosto de 2021

TERESA NOYOLA

 

 

 

Abierta

 


Tu cuerpo, Madre, apenas llegado, decía:

Estoy ausente.

A esto le he llamado escribir.

María Negroni, El corazón del daño

 

 

La puerta está abierta mientras

la animala simbólica lee poesía y toma un té,

la puerta, abierta.

Abierta está la puerta,

de par en par, cínica

como una mala broma.

La mujer observa y estudia el significado,

claro que inquieta que la puerta esté abierta.

 

Se puede meter:

un demonio, un nahual, un fantasma,

un tipo de vampiro hasta ahora innombrado.

Se puede meter un desconocido,

un sádico, un fanático religioso.

Puede llegar sin avisar un aire enfermizo,

un grito ajeno.

 

La mujer lee en formato digital

el dolor de una poeta y su madre,

es poesía el dolor de ambas,

la pregunta por la ausencia,

la creación de sentidos en el vacío,

y es poesía la puerta, riente,

que debe estar cerrada.

 

Y a la hora de dormir, es decir, cualquier hora,

la mujer cierra la puerta,

como lo ha hecho ya innumerables veces

que ésta se ha abierto.

 

No más preguntas,

ni creación alenguada.

 

Después de cerrada la puerta,

la mujer con su dolor y el de la poeta

y el de sus madres,

se dirige a la cama,

la guarida fría que necesita

para que todas ellas descansen.

 

Soñar para dormir,

para no estar ni con el dolor

ni con la madre

ni con la puerta que se abre.

 

Sueña que está en su casa

y todo es cotidiano,

llano, hermoso.

Las voces de todas ellas

son ahora tranquilidad sibilante.

Podría ser una belleza imperturbable,

hasta que comete un error.

La mujer, en continuo retorno

de los ángeles que no alcanza,

curiosa,

se asoma por la ventana,

ojo luminoso hacia fuera.

 

Con horror observa la entrada principal,

es intolerable:

la puerta está abierta.

Y cualquiera puede meterse.

 

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