Cenicero
ya no es más un edificio
ya no es un hogar
para mamá, para papá, para mí
o las verduras en el refrigerador
ya no es más un hogar, ni un alcázar
de cuatro paredes
(apenas llega a ser una maleta
o una mochila)
ahora—un enorme
cenicero tiznado
para un dios
que inhala humo
y exhala moscas por su boca
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