Odio
el amor
No
me gustan las elegías,
simples cumplidos tardíos,
halagos que se mascullan siempre tarde.
Detesto los elogios, mentiras manifiestas.
No
me gusta la poesía clásica,
necesita demasiados glosarios
y un ejército de intérpretes;
detesto la crítica contemporánea,
moneda barata.
No
me gustan los borradores,
me recuerdan poemas
que nada significan.
Detesto los poemas publicados
y me deja consternado que se queden
inacabados para siempre.
No
me gusta la fama,
las luces ciegan
y no soy tan estúpido
como la mariposa;
detesto la vida en la sombra,
exactamente como un fruto invertido
que no llega a madurar.
No
me gusta tener una nariz,
–órgano que se inscribe como una frase incisa–.
Detesto
tener dos piernas,
paralelas como una escalera que no sirve de nada,
pues no tiene travesaños.
No
me gustan los coches,
vehículos ineptos que exigen cuatro ruedas
para conseguir un sencillo equilibrio.
Detesto también la bicicleta,
que corre como un pájaro metálico miedoso,
incapaz de volar.
No
me gusta que me llamen
Tahar el Marrakechi,
detesto las sonrisas fingidas que me ofrecen
cuando destrozan mi nombre en los servicios municipales
llamándome “Monsieur Taa Adnan”.
No
me gusta el odio,
a menudo gratuito, sin razones fundadas.
Odio el amor, que es tan costoso.
No
mee gusta el domingo,
un día perezoso
que me recuerda que tengo que trabajar
al día siguiente.
Detesto el lunes (véase el domingo).
No
me gusta vivir solo,
la soledad es glacial
como una noche de diciembre
con la calefacción descompuesta.
Detesto vivir acompañado, es el infierno.
No
me gusta tener una sangre que circula
sin poder atraparla
y detesto no tener sangre.
No
me gusta el reloj,
me recuerda la vida que se pierde;
detesto el reloj de pulsera
que compite con los latidos de mi corazón.
No
me gusta la paz,
vuelve monótona la vida, le quita el gusto.
Detesto la guerra, antítesis de la paz.
No
me gusta la vida, esa hija de perra.
Detesto la muerte, su ladrido último.
Versión
de Antonio López Peña
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