Abril de Nuestro Deseo
No
es este abril de nuestro breve deseo
el que despierta el cantar de los petirrojos,
sino el vibrante residuo de una primavera
más amplia, que convierte al vacío en palabras. Este fuego
alguna vez balbuceó en nuestras colinas (del que han
olvidado su acento furioso) cuando la tierra estaba hendida
e inundada en sus barrancos, ardiendo,
antes de este intrincado, el diseño fue justo dejado.
Mucho,
mucho antes, extrañas criaturas desde lo alto
arrojaron revoloteantes sombras sobre el desierto; flameantes
alas surgían de las montañas; cosas radiantes,
que se erguían sobre cada ardiente borde
de astados horizontes, brillaban como serafines
y sacudían a la tierra con su enorme pisada.
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