Helénica
En
la noche sin fin de mi Odisea
resplandeció la luz de tus primores
oh, Musa de los últimos amores
de labios dulces como miel hiblea.
De
la divina madre Citerea
heredaste los flancos seductoras,
la curva omnipotente, los rubores,
el gesto, y la sonrisa de la Dea.
Te
juro, por los manes de Platea,
que la lanza de Palas Atenea
coronando
la Acrópolis sagrada,
jamás resplandeció cual tu mirada,
en la noche sin fin de mi Odisea.
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