martes, 26 de julio de 2022

GEORGE HERBERT

 

  

 

El racimo de uvas

 


Felicidad, yo te escondí: pero algún hombre

maligno te ha sacado de nuevo:

Y ahora, parece que he vuelto al mismo lugar

que siete años ha: una plaza, una vena,

un aria de ideas que me colma el seso.

Quise viajar hacia Canaán, pero ahora he vuelto

A caminar este Mar Rojo, este Mar de lo incierto.

 

Porque como los viejos Hebreos por orden

de Dios viajaban sin hallar ciudades,

así, cada Cristiano tiene que hacer su viaje:

Sus historias son guías ínfimas.

Sus acciones nos parecen nimias.

Los actos de Dios son amplios, y al futuro extienden;

Por su justicia antigua nuestros crímenes se pierden.

 

Entonces también tenemos nuestros fuegos

y nubes guardianas; pero nuestra

brizna eclesiástica apenas alcanza:

tenemos nuestra arena, serpiente, tienda y mortaja;

¡Ay!, nuestros quejidos se nos adelantan.

¿Pero dónde está el racimo? ¿Dónde el sabor

De mi herencia?  Señor, si algo es que debo tomar

Deja que haya alegría, además de tanto pesar.

 

Pero, ¿es lícito desear la uva cuando se tiene el vino?

Yo tengo esos frutos y más.

Bendito sea Dios, por quien los viñedos de Noé prosperaron

y grandes uvas de ellos se nos heredaron.

Pero aún más, percibo, debo adorar

A aquél que del ácido jugo de sus leyes logró sacar vino

Aplastando el cuerpo de Dios mismo como su racimo.

  

Versión de Sergio Eduardo Cruz

 

 

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