El
racimo de uvas
Felicidad,
yo te escondí: pero algún hombre
maligno
te ha sacado de nuevo:
Y
ahora, parece que he vuelto al mismo lugar
que
siete años ha: una plaza, una vena,
un
aria de ideas que me colma el seso.
Quise
viajar hacia Canaán, pero ahora he vuelto
A
caminar este Mar Rojo, este Mar de lo incierto.
Porque
como los viejos Hebreos por orden
de
Dios viajaban sin hallar ciudades,
así,
cada Cristiano tiene que hacer su viaje:
Sus
historias son guías ínfimas.
Sus
acciones nos parecen nimias.
Los
actos de Dios son amplios, y al futuro extienden;
Por
su justicia antigua nuestros crímenes se pierden.
Entonces
también tenemos nuestros fuegos
y
nubes guardianas; pero nuestra
brizna
eclesiástica apenas alcanza:
tenemos
nuestra arena, serpiente, tienda y mortaja;
¡Ay!,
nuestros quejidos se nos adelantan.
¿Pero
dónde está el racimo? ¿Dónde el sabor
De
mi herencia? Señor, si algo es que debo tomar
Deja
que haya alegría, además de tanto pesar.
Pero,
¿es lícito desear la uva cuando se tiene el vino?
Yo
tengo esos frutos y más.
Bendito
sea Dios, por quien los viñedos de Noé prosperaron
y
grandes uvas de ellos se nos heredaron.
Pero
aún más, percibo, debo adorar
A
aquél que del ácido jugo de sus leyes logró sacar vino
Aplastando
el cuerpo de Dios mismo como su racimo.
Versión
de Sergio Eduardo Cruz
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