jueves, 20 de octubre de 2022

JUAN BONILLA

 

  

Adolescencia

 

 

Domingo. Envejecemos

a gran velocidad en horas lentas.

El transistor va paulatino

rompiéndonos quinielas.

Otra semana sin chalet,

sin Harley en la puerta.

 

Lunes, Carlos Martel en Poitiers,

fractales y cervezas,

ganas de huir a cualquier parte,

perderse con quien sea.

Martes, dibujo técnico

y El árbol de la ciencia,

La Guerra de las Galias,

pero adónde, y cuánto cuesta,

dormir en estaciones,

viajar a pie por las cunetas.

Y miércoles, sistema

periódico, memorizar valencias,

luego el partido de futbito

con el reojo puesto en las muchachas

que juegan a balonvolea.

Y jueves, un análisis sintáctico

y la mente veloz que se pasea

por ese mundo hambriento

que nos aguarda afuera.

El viernes, como siempre,

velocidad de onda,

diapositivas de la estratosfera,

luego las claves del Barroco

y al fin llenar una quiniela

antes de ir a tenderse al parque

a fabricarse, con hachís y besos,

la insolente quimera

de que quizá nos merezcamos más…

El sábado, un dolor de cabeza,

luego cine y discusiones

sobre Dios, o la patria o la manera

mejor de preparar gazpacho,

alguien ha conseguido mariguana buena.

 

Domingo. Envejecemos

a gran velocidad en horas lentas.

Un gol del Elche y otro del Bilbao

nos rompen la quiniela.

Otra semana sin chalet,

sin Harley en la puerta.

 

De: “Horizonte de sucesos”

 

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