Adolescencia
Domingo.
Envejecemos
a
gran velocidad en horas lentas.
El
transistor va paulatino
rompiéndonos
quinielas.
Otra
semana sin chalet,
sin
Harley en la puerta.
Lunes,
Carlos Martel en Poitiers,
fractales
y cervezas,
ganas
de huir a cualquier parte,
perderse
con quien sea.
Martes,
dibujo técnico
y El
árbol de la ciencia,
La
Guerra de las Galias,
pero
adónde, y cuánto cuesta,
dormir
en estaciones,
viajar
a pie por las cunetas.
Y
miércoles, sistema
periódico,
memorizar valencias,
luego
el partido de futbito
con
el reojo puesto en las muchachas
que
juegan a balonvolea.
Y
jueves, un análisis sintáctico
y la
mente veloz que se pasea
por
ese mundo hambriento
que
nos aguarda afuera.
El
viernes, como siempre,
velocidad
de onda,
diapositivas
de la estratosfera,
luego
las claves del Barroco
y al
fin llenar una quiniela
antes
de ir a tenderse al parque
a
fabricarse, con hachís y besos,
la
insolente quimera
de
que quizá nos merezcamos más…
El
sábado, un dolor de cabeza,
luego
cine y discusiones
sobre
Dios, o la patria o la manera
mejor
de preparar gazpacho,
alguien
ha conseguido mariguana buena.
Domingo.
Envejecemos
a
gran velocidad en horas lentas.
Un
gol del Elche y otro del Bilbao
nos
rompen la quiniela.
Otra
semana sin chalet,
sin
Harley en la puerta.
De:
“Horizonte de sucesos”
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