viernes, 20 de junio de 2025

AUDRE LORDE

 

 


 

Padre Hijo y Espíritu Santo

 

 

No he visto nunca la tumba de mi padre.
No es que sus ojos judiciales
hayan sido olvidados
ni las huellas de sus grandes manos
en nuestros pomos crepusculares
media vuelta cada noche y venía
empapado de asuntos del mundo
inmenso y silencioso como el deseo de todo el día
preparado para redefinir una a una nuestras figuras
sino que ahora los pomos crepusculares
esperan, y no nos reconocen cuando pasamos.

Cada semana una mujer distinta,
tan regular como su copa rápida de cada tarde,
arranca la hierba su silencio crece
llamándola matojo. Cada semana
una mujer distinta tiene la cara de mi madre
y él, que tiene tiempo,
sin cambio,
debe de estar asombrado,
pues conocía y amaba sólo una.

Mi padre murió en silencio, amando la creación
y las respuestas bien definidas.
Vivió juicios quedos de asuntos familiares
y murió conociéndome un 15 de enero de ese año.

No he visto nunca la tumba de mi padre
no vaya a ser que me convierta en polvo.

 

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