Ahora
que sabemos en lo que el fuego nos convierte
y
que todo es fuego en el cuerpo de la llama,
ahora
que transitas estaciones iguales a estaciones,
que
cambiantes escenarios reclaman tu figura;
ahora
que lo transparente se anuncia desde el agua
y
desde el aire que desciende,
ahora
quiero arrancar tu imagen al cuerpo palpitante de las sombras.
Eras
hijo del sol y como el sol
eras
árbol impasible que devora la cola de la noche.
Nunca
hubo muerte en tus palabras
ni
tampoco sangre en el lomo herido de la noche
en
que fuimos un abrazo en un mismo cuerpo.
Ahora
que no te extingues en la carne de la llama
y
que tu incendio responde a otro cielo dentro de mi adentro
palpo
las raíces del cuerpo de espejos que era la noche de tu noche,
y
hoy ciudad sin calles donde todo es jardín sin sombra;
ahora
que ya eres cuerpo palpitante de las sombras,
tan
sólo abrazo propicio aunque transitorio,
enciendo
mi palabra como una piedra endurecida en el fuego.
De:
“Existe algún lugar en donde nadie”
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