Ciudad
ciudades (II)
No
estuve para siempre en la ciudad
la
amé con una queja con un grito de espanto
pero
la amé sin fin
sin
desconcierto
recorrí
las costumbres de tus manos
el
trazo de tu cuello el resplandor insomne de tu boca.
La
ciudad me conmueve y atenaza
penetra
con su daga mis vestigios
y
encuentra la verdad bajo su talla.
Un
canario despierta
y yo
tengo un secreto como un nido
como
un terrón de azúcar en la mano.
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