sábado, 13 de septiembre de 2025

SHARON OLDS

 


 

El ojo

 

 

Mi maldito abuelo no nos daba de comer.

Cuando queríamos leer apagaba la luz.

Se sentaba en el cuarto invisible

frente a la chimenea y bebía. Murió cuando

yo tenía siete años y mi abuela jamás se puso

al lado de nadie contra él,

la luz del fuego en su cara roja y fría que

se reflejaba más intensa en su ojo de vidrio.

Hoy pensé en ese ojo de vidrio, y en cómo

de noche en la gran cama matrimonial

dormía de cara a su mujer, y en cómo el agujero

fláccido donde había estado su ojo se abría

hacia ella sobre la almohada, y en cómo yo era

una cuarta parte de él, un hombre brutal con un

agujero para un ojo, y una cuarta parte de ella,

una mujer que no protegía a nadie. Soy su

sexo, también su hijo, su cama, y debajo

de la cama la trampilla del sótano, con

sus barriles de manzanas frescas, y

en alguna parte de mí también está el camino

hacia el arroyo que fulge en la oscuridad, una

manera de salir de allí.

 

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