A
pesar de las enseñanzas del maestro
seguimos limpiando la casa sin ordenar
la mente, fustigamos los muebles con
bayetas, preparamos los alimentos
sin maravillarnos, regamos las plantas
a baldazos y vamos por la ciudad con
nuestros hijos como encomiendas sin
destino. Pero aún miramos el patio
deseando un jardín de arena,
rociado con un puñado de piedras
que imiten la posición de los astros.
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