AHÍ
está el misterio yendo hacia sí mismo,
reencontrándose,
y el
rubor ascendiendo al limbo de los labios;
cunde
el deseo, mas no el beso.
Las
llambrias del amor,
la
levedad de la deriva injusta
de
los gestos no entendidos,
relegados
a veces
a
ser solo la pauta exangüe de su sombra.
Llaga
que laya el alma,
herida,
que
nunca alcanza el cierre de su hechura.
De: “Lo que funda el silencio”
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